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MOONSA BOUDOIR

En la cima del mundo III

En la cima del mundo III

Se ha quedado mirando la zona de oscuridad, como hipnotizado, dejándose llevar por sus recuerdos. Se balancea ligeramente adelante y atrás mientras tararea la canción que está sonando en el reproductor de CD.

“Give a little bit.....”

Suena una y otra vez. 

"Give a little bitGive a little bit of your love to me

Give a little bitI'll give a little bit of my love to you

There's so much that we need to share

So send a smile and show you care 

I'll give a little bit

I'll give a little bit of my life for you

So give a little bit

Give a little bit of your time to me

See the man with the lonely eyes

Take his hand, you'll be surprised 

Give a little bit

Give a little bit of your love to meI'll give a little bit of my life for you

Now's the time that we need to share

So find yourself, we're on our way back home 

Going home

Don't you need to feel at home?

Oh yeah, we gotta sing"

Nunca antes se había preocupado de la letra. Es curioso, le están preguntando si necesita sentirse en casa, en su hogar.

Persiste en su balanceo, como si se acunara a si mismo. Mamá....unos brazos rollizos y fuertes que olían a colonia. Siempre llevaba una botellita en el bolso. Recuerda los brazos, la botella de plástico rosado, los pañuelos olorosos, una sonrisa con vida propia, que se pasea ante su vista sin encajar en ningún rostro, dulce y burlona a la vez. Unas manos regordetas, unas carcajadas amplias y resonantes, unos grandes ojos negros.

Allí estaba su casa. A una distancia de treinta y dos años. Tenía siete cuando ella murió.

Se levanta y se dirige hacia la puerta, se balancea todavía, más lento, más suave, mientras camina.

Se detiene, se ajusta el nudo de la corbata, baja un poco la cabeza, como si quisiera embestir la insondable negrura, y entra.

Silencio. Frío. Aquí no hay ningún olor familiar, nunca llegará a su hogar si se adentra en ese agujero.

¿O si?

Se queda de pie, con las piernas un poco separadas, plantado ante el negro vacío como si estuviera preparándose para la llegada de una fuerte ola marina. Y no pasa nada. Se obliga a no darse la vuelta, se obliga a no forzar los ojos para ver en la oscuridad, se obliga a no gritar; ha parado de balancearse.

Su pensamiento hace mucho rato que navega a la deriva por lugares a los que no se asomaba desde niño.

Sin duda alguna este portal no ha aparecido porque sí. Ha de llevar a alguna parte. Si se tratara de la muerte no tendría mucho sentido hacerle esperar en una negra y vacía estación de tránsito adónde no parece que haya de  llegar nada ni nadie.

No consigue ordenar las ideas. Tal vez es que en su interior éstas libran una lucha terrible para volver a los viejos y conocidos parámetros. Nada de fantasía, nada de azar, nada de misterio; puro racionalismo escéptico. El esquema de siempre pierde terreno por momentos.

Intenta respirar pausadamente, por la nariz. Fue a clase de yoga una vez, ahora lo recuerda. No le gustó el profesor. Intenta recordarle y en lugar de su rostro las nuevas y alborotadas sinapsis neuronales forman la imagen del maestro de la vieja serie de TV, Kung Fu, el hombre ciego y calvo de anaranjada túnica que llamaba a su pupilo pequeño saltamontes. Y en algún rincón de su cabeza suena una delicada campanilla.

Se echa a reír, no puede contenerse, sabe que probablemente es una reacción histérica, pero no puede parar. Tampoco puede oír sus carcajadas. Y cuando su cuerpo se curva hacia delante y se lleva las manos al estómago como queriendo detener la risa desatada, le parece notar una tensión en la piel, es como si la oscuridad ofreciera una cierta resistencia física.

“Olvidarse del yo. El desapego de las cosas terrenales es lo único que nos puede llevar a la serenidad y al conocimiento.”

Otra vez el profesor que no le gustaba. No le gustaba lo que decía.

¿Desapego de las cosas terrenales??? Después de luchar toda su vida por tener la posición y el poder que ahora ostentaba, por vivir rodeado de lujo, por qué no decirlo, ¿después de todos estos años ahora venía un tío a decirle que tenía que desapegarse de las cosas terrenales???

Por Dios él fue a clase para relajarse. Tenía estrés. Todos los ejecutivos tienen estrés. Entonces van a yoga. ¿O no era así el silogismo aprendido?. Él fue y no le gustó. El profesor le pareció un payaso místico. Así que no fue a la segunda sesión, ni a ninguna más.

Al fin y al cabo también estaba el psicoanalista, los ansiolíticos, el golf, Kristy.

Se estremece. Ha dejado de reír casi sin darse cuenta. ¿Qué hace allí sin decidirse a avanzar o retroceder?

Es que no puede. No sabe qué es lo que quiere hacer. No tiene ni idea de lo que está buscando.

- Gonzalo no tienes ni idea de lo que estás buscando.

Y en su cabeza suena su propia voz, justo a continuación:

“Tampoco la tenías esta mañana, antes de que pasara todo esto. Nunca la tuviste”

Traga saliva y se pone andar hacia el frente, despacio pero con decisión. La nada profunda y misteriosa se abre a regañadientes para dejarle pasar. No oye sus pasos. No oye absolutamente nada. Pero continúa.

-         ¿Gonzalo qué te crees que estás haciendo?

A pesar del frío que va en aumento poco a poco, tiene la camisa empapada en sudor. Se detiene sólo un instante; ha caminado mucho. O al menos eso cree. Pero nada ha cambiado.

Se da la vuelta y como impulsado por un resorte echa a correr. Negrura por los cuatro costados. Siente verdadero pánico e intenta moverse en línea recta. ¿Podrá salir por donde entró?.

Casi sin notar la transición se encuentra otra vez dentro de su despacho.

Las nubes siguen decorando el cielo de abril desde las ventanas.

“Give a little bit….”

Se tira al suelo, boca abajo, y llora.

Nada le sirve ahora, nada de lo que ha conseguido durante todos estos años. Enterrado bajo las cuentas de los bancos, los coches lujosos, la ropa de marca, las recepciones pretenciosas en su jardín, la felicidad de plástico gastado en la que finge vivir con su mujer, los empleados untuosos que casi inclinan la cabeza a su paso, respetuosos, admirados (¿o rencorosos y llenos de rabia?, se pregunta ahora). No le sirve de nada.

Se está volviendo loco y está encerrado en su despacho, al final de ninguna parte.

-         Quiero ver a mi hija, quiero ver a mi hija….

Parece estarle musitando confidencias a la moqueta, con la voz entrecortada, frotando el suelo con las yemas de los dedos en un gesto automático de paranoico.

Y como si alguien la hubiera plantado allí de repente, en su cabeza se gesta una frase, y le golpea al nacer como un mazazo.

“ Tu vida es una mierda Gonzalo.”

-         ¿Entonces para qué la quiero eh? ¡Trágame de una puñetera vez maldita cosa negra, trágame de una puñetera vez!.

Las venas de su cuello se hinchan violentamente a causa de sus gritos. Está fuera de sí.

Respira desacompasadamente, lleno de ansiedad, consiguiendo sólo que se le seque la garganta. Se levanta de un salto y se va a la nevera. La abre y saca una lata de cerveza. Se la bebe con tal fruición que el dorado líquido le mancha toda la pechera. Y él se ríe otra vez a carcajadas, entre sorbo y sorbo, mirando como el líquido gotea incontrolado desde su boca. Incontrolado, esa es la palabra.

Basta de control.

Se quita la ropa a tirones, y empieza a dar violentos saltos por la habitación, se golpea varias veces en las piernas, en los brazos, en el cuerpo, moviéndose como un animal grande y torpe que de repente se ha cansado de estar en una jaula.

Su alma sin duda se ha hartado de estar en una jaula, en una muy estrecha y fría que le constreñía cruelmente el espíritu. Una que había construido él, centímetro a centímetro, con precisión y anhelo enfermizos, para protegerse.

¿Protegerse de qué? Del dolor, de la compasión, de…. sí mismo.

Se sienta en el sofá, desnudo, y contempla su ombligo con la mirada oblicua y perdida de los locos. Y allí ve el agujero negro de la puerta. Recortándose sobre su vientre como si su cuerpo fuera uno de aquellos antiguos cuentos troquelados que tanto le gustaban de pequeño.

En él está el misterio, él es el miedo. Y sólo él puede decidir si quiere explorarlo, si quiere iluminarlo a riesgo de sentir latir su propia alma con toda su fuerza para ver lo que hay dentro de sí, lo hermoso y lo ruin.

Qué triste, que patético. Ha construido un imperio en cuya cima se sienta en solitario, y ahora no es capaz de decidir si quiere mirar en su interior.

(Continuará….) 

7 comentarios

Moonsa -

- Tea si cuesta!!! Algunos nos apuntamos a desafiar al miedo... pero algunos no pueden, o no quieren....
- Trini se encuentra muy sólo porque no se tiene ni a sí mismo, me temo.
- Mirar adentro es difícil, todos sabemos que quizás todo lo que veamos no nos guste, pero si queremos vivir hay que tener la valentía de dar el primer paso hacia el interior. Creo yo vamos :)
- Ya acaba ya lua :))
- Cisne te mando el mail, gracias ;)
- Kuan nada de nada efectivamente, pero a veces resulta tan desalentador desprenderse... algunos.... bueno ya llega el final :)

kuan -

Nada material, ni el mayor tesoro, nada externo sirve cuando nos quedamos a solas con nosotros mismos. Tampoco nos acompaña al otro lado. Me gusta tu histora.

Besitos moonsa

Cisne Negro -

Hola!

Escribeme a cisnenegro en gmail y te envío la invitación para dejaboo :)

lua -

Desgarradora historia, me quedo con ganas de seguirla.

Dark kisses

Brisa -

A veces la oscuridad que nos rodea en la que nos envolvemos es ese miedo, es una oscuridad interior, la decisión del cambio es nuestra, la de dar la luz y ver.

Besitos de luz

Trini -

Y que solo debe encontrarse en la cúspide del mundo, el la cima de la soledad...

Un abrazo

Tea -

... levantar la tapadera, cuesta. La inercia , la lucha por tener, por conseguir, por ser alguien, por apoderar... sí, se pierde el sentido , el objeto de la búsqueda ...
Inquietante tu relato Moonsa pero ¿sabes? ... me apunto a desafiar al miedo. Un abrazo.