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MOONSA BOUDOIR

En la cima del mundo II

En la cima del mundo II

Frunce el ceño, inclina la cabeza hacia un lado, y mira la puerta abierta extrañado. Piensa que quizás debería estar asustado, no lo está, pero empieza a ponerse nervioso.

El oscuro rectángulo está ahí, como un desafío a su inteligencia, y quiere averiguar de que se trata.

Pero cuando va a cruzarlo con paso decidido algo le detiene.

De repente el miedo salta sobre él y se apodera de sus entrañas, dejándole la frente febril y el estómago helado.

¿Cómo puede cruzar sin saber que le espera al otro lado?

¿Qué es esto?

Le viene a la cabeza haber leído un libro, cuando era adolescente, en el que unos niños se salvaban de una hecatombe mundial porque en el momento de la deflagración estaban bajo el agua. “Mecanoscrit del Segon Origen”, de Manuel de Pedrolo, eso era.

Pero él no estaba bajo el agua ni aquello era una novela de Ciencia Ficción. Aquella impenetrable oscuridad, los fallos en las comunicaciones con el exterior de su oficina, todo tenía que tener una explicación lógica.

Volvió a su sillón intentando no mirar la siniestra abertura que quedaba en la pared de su derecha. Tenía que pensar.

Encendió de nuevo el dispositivo de masaje. La electricidad no había dejado de funcionar en ningún momento.

Debería cruzar aquel umbral. Él no era ningún cobarde. Pero no comprendía lo que estaba ocurriendo y estaba demasiado acostumbrado a controlarlo todo para poder tomarse la situación con la calma que requería.

Lo que fuera aquello, no podía estaba bajo su control.

Tal vez era un efecto extraño producido por alguna pantalla, o un cristal, y detrás encontraría a todos sus empleados, sonrientes: “Sorpresa!” le dirían. Estarían allí también su esposa, sus hermanas, su  hija de dos años. Su padre....

Chasqueó la lengua irritado y alejó de si esos pensamientos.

-         Gonzalo no es tu cumpleaños y es completamente absurdo lo que se te pasa por la cabeza. Desde cuándo dejas vagar así la imaginación?? Además tu padre murió hace cinco años.

Cierra fuertemente las mandíbulas. ¿Por qué ha visto a su padre en aquel cuadro?

Si sigue dejándose llevar por ideas estúpidas no encontrarà la solución al problema.

¡Un efecto! ¡Qué efecto ni que...!! ¡Dirigía una de las compañías de logística más importantes de Europa, no unos estudios cinematográficos! Y quién iba a molestarse en....

Se sentía verdaderamente enfadado consigo mismo por haber dejado que tantos pensamientos fantasiosos entraran en tropel en su cabeza y camparan por allí sin orden ni concierto.

Se levantó, se quitó la americana, que colgó cuidadosamente del respaldo del sillón, y se dirigió a la puerta.

Sacó un brazo, firme, rápido, casi con violencia.

Nada. Sólo una extraña sensación de frío.

Abarcó el oscuro rectángulo con la mirada, se agarró al dintel metálico y tomando aire como si fuera a sumergirse en el agua, sacó la cabeza por la negra abertura.

Silencio.

Supertramp no se oía al otro lado, no se veía absolutamente nada, y hacía un frío terrible.

Retiró su rostro con precipitación. Podía no gustarle reconocerlo, pero estaba asustado de verdad.

Desalentado volvió a agarrarse en el dintel, y con mucho cuidado sacó un pie, tanteando el suelo.

No era... no era exactamente sólido, aunque no le pareció tampoco vacío.

Igual que cuando introdujo el brazo y la cabeza, la oscuridad parecía estar hecha de un material suave y blando que se adaptaba a todo lo que entraba en ella, como si de un molde se tratara.

La cabeza le daba vueltas y el corazón empezó a andarle muy deprisa.

Se mareó, y volvió al sillón.

Cuando se sintió mejor, probó sistematicamente las tres ventanas que podian abrirse normalmente en aquella elevada jaula de acero y cristal, probó la conexión a internet, el móvil, el intercomunicador.

Nada.

Supertramp seguía sonando en el reproductor de CD como una incongruente sintonía que le daba familiaridad a la situación.

Tenía que salir de allí. ¿Pero cómo? Aquella negrura insondable le aterraba. Era extraña y desconocida como..... ¿la muerte?

Intentó apartar aquel pensamiento, pero no tuvo el menor éxito. Eso era, la muerte. Y su cabeza empezó a divagar de nuevo por los terrenos de la más desaforada fantasía.

La muerte le esperaba ahí fuera. Ignoraba por qué, pero era así.

Los ojos se le llenaron de lágrimas, no quería marcharse, pero poco tiempo sobreviviría encerrado allí dentro. En la nevera sólo había refrescos y cava. En el mueble bar había frutos secos y bebidas alcohólicas.... que tontería....

Así que la muerte le esperaba fuera, pero también dentro.

Con toda seguridad se estaba volviendo loco.

“Deberías prestar más atención a la nena Carmen, siempre la oigo balbucear y tu como si nada”

Y Carmen le respondía que estaba ocupada, y que la nena estaría bien. Siempre igual.

Él por supuesto nunca hizo mucho caso de esos balbuceos. Los oía, le recriminaba a Carmen su comportamiento poco maternal, cogía el maletín y se marchaba. O se sentaba en el ordenador para evadirse dentro de su cibermundo.

No podía alejar de su mente el rostro de su  hija Marta.

Qué ganas de llorar, sus lágrimas parecían un embalse lleno hasta los topes que pugnaba por romper la presa.

¿Qué le estaba pasando?

Cuando murió su padre él se hizo cargo de todo. El funeral, varias misas en su memoria, la necrológica en el periódico, el reparto y liquidación de bienes. Actuó con precisión y justicia, toda la familia le agradeció lo que había hecho. Aunque su hermana Nati le miró un día fríamente y le espetó que: “la muerte de papá no es uno de tus negocios, Gonzalo, que lástima me das” y se fue para no volver a verle ni a llamarle hasta la fecha.

Lo que sabía de ella lo sabía por su tía, la hermana de su padre, que siempre había tenido debilidad por él, y ya desde pequeño le excusó todas las travesuras.

Más lágrimas. La puerta era una mancha negra y borrosa en la pared que se encogía y se expandía muy despacio.

Poco tiempo después buscó a Kristy, aquella puta tan simpàtica que conoció en la despedida de soltero de su amigo Carlos, y que le aseguró que estaba estudiando Ciencias Económicas y hacía aquello para “ganar un dinerillo extra” y porque la divertía. La creyó. Era una mujer instruida y bastante culta y sin duda , inteligente. El motivo real por el que se dedicaba a aquello se le escapaba. Pero en aquel momento no era importante. Kristy sabía escuchar, sabía hacerle sentir poco menos que como un dios, y era estupenda en la cama. Así que la buscó, y la encontró.

Empezaron a verse con regularidad. Él pagaba sus servicios cada vez, sin rechistar. Era un lujo que podía permitirse.

Y poco a poco se alejó de Carmen. No la necesitaba. Era bonita, tenía estudios, era elegante y sabía estar. En su momento resultó una candidata perfecta para el joven empresario. Pero nada más. La madre de sus hijos y su compañera en los acontecimientos sociales.

El amor era una tontería.

Aunque él quería a su hija.

¿La volvería a ver?

Sin duda no, porque aquello era la muerte, daba igual por que lado de la jodida puerta lo mirase.

Vista  a la luz de los recientes acontecimientos su vida le empezaba a parecer una cosa terriblemente vulgar para asemejarse ni remotamente a la del ser superior que él se había considerado siempre. Y para colmo se terminaba así.

Descargó un violento puñetazo sobre el escritorio, pero todo lo que consiguió fue hacerse daño. La ira y el miedo siguieron allí, intactos, amenazando con hacer estallar su corazón.

(Continuará...)

2 comentarios

kuan -

Voy rápidamente a por la próxima, me parece apasionante-
Un beso

Brisa -

Voy a continuar..

Besito ocn miedo..