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MOONSA BOUDOIR

Meditando

Hambre

Hambre

Hambre egoísta, peligrosa, ansia incontenible que me convierte en una adicta, con un nudo en el corazón y sufriendo horrores cuando como acompañada, sintiéndome exactamente igual que un alcohólico delante de un cubata en una reunión de amigos. En debate constante conmigo misma cuando como sola.

Ansia, ansia, ansia, ansia....

Y luego las consecuencias que me paralizan, que me bloquean, que me convierten en una persona que no soy, encerrada en una funda que me entorpece, que no me deja ser. El llanto y la impotencia de no saber cómo modificar todo esto. El nerviosismo y la depresión cuando intento seguir una dieta. La desesperación cuando los médicos me dan una fotocopia amarilla con un régimen y dos palmaditas en la espalda.

Encontré en Internet "Comedores Compulsivos Anónimos" y me creí salvada. Pero no, en absoluto. No me extenderé al respecto pero definitivamente yo no pinto nada ahí, ni puede ayudarme esa asociación, ni me siento identificada, ni puedo de repente hacerme creyente para "facilitarme" las cosas, ni... bueno he dicho que no me extendería, pero me sentí como una extraterrestre allí dentro.

Mi obsesión crece con mi barriga, y con mis dolores de espalda y mi dificultad para seguir trabajando (profesora de música, canto e interpretación, y además la mayoría de mis alumnos niños y adolescentes) y además adoro bailar, y la naturaleza... y como la bola de nieve que rueda montaña abajo, cuanto más anquilosada y grande, menos me muevo, porque me canso, me duele, me pone de una mala leche monumental.

Soy una mujer terriblemente sensual, y toma ya, que mal me siento con el envoltorio este. Tendría que aceptarme, y me he aceptado hasta un cierto punto, el punto en que eso influye en mi vida, no sólo por cuestiones estéticas. Aunque por este lado... a mi marido le encantaría que me pusiera lencería y otras zarandajas. Me parece cojonudo si a el le gusta mi aspecto con eso, pero a mi verme casi así (tengo las piernas más delgadas y algo menos de pecho :D):

 

 

 

como que me pone de mal humor, y me siento cualquier cosa menos sexy. Me estoy equivocando? Tal vez, pero es lo que hay, por más que rebusque dentro de mi. Es como lo de creer en Dios. Si no me gusto no me gusto, ya puedo intentar autoconvencerme por activa y por pasiva.

Luego me pregunto que esconde esta ansiedad, esta adicción.

¿De qué tengo hambre en realidad? El no tener cubiertas mis necesidades principales y andar siempre a la última pregunta, pidiendo ayuda a la familia, siempre en un "ay" de que esta semana no pueda ir a comprar lo mínimo, o de que nos vuelvan a llamar del Banco, de no poder poner gasolina para ir a trabajar, de decir a los amigos que no, otra vez no puedo salir.... eso me da hambre, hambre de un poquito, sólo un poquito de tranquilidad económica.

Hacer un trabajo que adoro pero siempre en condiciones precarias y angustiantes me da hambre. Hambre y ansiedad.

Hambrienta de amor probablemente, con unos padres que me quieren pero que siempre me dejaron ahí un hueco, y ellos probablemente ni lo imaginan. Con un marido que me quiere pero que no es precisamente demostrativo.

Mi maternidad frustrada me da un hambre de leona enjaulada. 

Hambrienta de música, porque no tengo tiempo ni ganas de andar empezando más proyectos ni buscando más músicos, y con los que estoy, son excelentes músicos y excelentes personas, pero no vibro, me aburro, no siento, ni me gusta lo que canto.

Y seguramente también sedienta.

 

 

Sedienta de tiempo, sedienta de magia, sedienta de ilusiones.....

Nunca quise ser una amargada insatisfecha y últimamente me pregunto si no me estoy convirtiendo en eso.

Se que todo suena muy negro negro, quizás incluso un poco patético.

Me da igual como suene. Esa es mi otra cara, la que aunque muy obviamente se ve, en realidad la gente no percibe. Sólo perciben esa mujer rápida y llena de energías y de amor para dar y vender, rebosante de imaginación y con una voz que es sentimiento puro. Perciben fuerza, un atisbo de locura, un sentido del humor ágil e indestructible.

Pero ahí detrás está la otra, encerrada en su embalaje, impotente, me repito, y muerta de ansia incontenible, adicta, punto.

Y cómo no soy bulímica ni anoréxica y de estar "gordito" no se muere nadie (mentira!!! igual no es tan fulminante pero....la obesidad mórbida no es ningún regalo ni para la salud ni para la calidad de vida), pues hala, tu hija mía con tu alegría, y con tu carácter, y cuídate un poquito, y camina, y has de tener un "poquito de fuerza de voluntad" (cuando me dicen eso lloraría, a gritos, y les arañaría).

Me ha venido bien soltar todo esto aquí, mira tu. En realidad lo he hecho porque sabía que me vendría bien, no es que vaya a ser una solución, seguramente ni el principio de una, pero estoy respirando profundamente, como aligerada y relajada.

Así que gracias por dejarme desahogar :))

 

Mudando la piel

Mudando la piel

Sentí un impulso, lo seguí, a ciegas, sin preguntarme, relajada, dispuesta.

Llegué a aquel pequeño lugar de agua cuando el sol estaba en lo más alto y ardiente del día, filtrado sin embargo por la espesa vegetación, espejeando sobre el agua que corría hacia abajo con su eterna y cambiante música.

Andé sobre las piedras que producen el diminuto estanque, encontré un rincón y me senté. Metí los pies en el agua, me mojé las manos, la cara, el cuello, el pelo....

Después me integré en aquel espacio y sin saber como, lloré. Que lágrimas más suaves y preciosas las que brotaban de mi sin esfuerzo y se unían al pequeño torrente de líquido y emociones que seguía su incansable camino montaña abajo.

Lloré sin pena, sin rabia, sin miedo, sólo lloré, como si con cada gota vertida de mis ojos plenos abandonara un cachito de piel vieja.

Algo se fue, el lunes, en el gorg, algo que ya no servía, cuyo ciclo terminó, una parte de mi que ya no era, cuyos restos, cubriéndome como por inercia, sólo entorpecían mi vivir, me hacían sentir pesada y agotada.

Todo se desprendió de mi, sin ruido, sin dolor, sin angustia ninguna.

Hablé con mis hadas y mis duendes, pedí, desterré, admití, busqué bajo mi piel y di con los lugares, las personas, las palabras. Se lo conté todo a los seres que pueblan los mágicos lugares de agua.

Ahora se que ese es mi lugar, donde verter, donde brotar, donde estar en comunión, donde sentir, donde escuchar, donde decir desde lo más hondo de mi, donde esperar, donde empaparme de calma, donde lavar mis heridas y cubrirme de polvo de oro y reflejos de sol en el río para volver nueva, limpia, fuerte, hermosa.

Gracias.

Deconstructing Moonsa

Deconstructing  Moonsa


Y a partir de ahora, utiliza la pregunta mágica amiga mía, cuando dudes si hacer algo o no, sólo recuerda: "TU qué quieres hacer?". Hasta ahora te perdiste tanto en lo que quizás querían hacer los otros, o en lo que los otros querrían que hicieras, o en lo que los otros opinaban que querrías o debieras querer hacer, que apenas si sabes quién eres tu y donde está tu lugar.

Sólo así te encontrarás, hazte esa pregunta, actúa en consecuencía, y si quieres algo, pídelo.

Y no analices más a la que no es. SE la que es, ella sola florecerá a medida que tu la vivas. Quizás te desconcierte un poco al principio, pero eres tú, así que no tardarás en acostumbrarte. Sólo permítete ser. No lo pienses. Hazlo.

Debo estar aprendiendo

Debo estar aprendiendo

Debo estar aprendiendo algo....

Mientras las cosas se complican de un modo muy simple (contradicción absurda!), mientras tengo largos diàlogos con la insegura marioneta para convencerla de que no la dejo sola, lo que ocurre es que la estoy enseñando a vivir sin las cuerdas, sin la vergüenza, sin la dependencia de la titiritera intolerante que hasta ahora la manejaba (yo), mientras las noches siguen a los días en su cadencia de vals, me muero de deseo de agua, de deseo de luz, de deseo de calma.

"Qué sientes al dejar de vivir como una marioneta y convertirte en un ser real?" y dice ella, que soy yo: "Mucho frío y mucho miedo, pero a veces me pondría a bailar de alegría, porque descubrir que puedo vivir sin las cuerdas es tan hermoso!" y sonríe con una sonrisa enorme y extraña de muñeca que empieza a ser persona.

"Ahora tendrás que hablar por ti misma, qué tal te va con eso?" y ella tuerce la boca de madera que ya empieza a ser de piel y ofrece un extraño aspecto, y me dice: "No muy bien. No me sale la voz. La de mi dueña era fuerte y bien timbrada, la mía ahora es vacilante y un poco tosca, lo peor es que me siguen pidiendo que cante"

"Y tu quieres cantar?" "Como a la vida" me responde ella tan entusiasta como melancólica casi sin dejarme terminar la pregunta. Parece que en ese punto se mezcló con el alma de la tirana alguna vez hasta un nivel muy profundo.

"Entonces cantarás, es sólo cuestión de tiempo, ya lo verás"

Y ella sonríe mientras se eleva sobre las puntas de los pies y agita los brazos desmañada, como si empezara a darse cuenta de que de verdad son suyos.

Debo estar aprendiendo a vivir, liberada de mi propia tiranía, más allá de las bambalinas del teatro del mundo, incluso dentro de mi cuerpo que por primera vez descubro vivo, y mío.

Tiene algo de mágico, pero es terriblemente desconcertante. Y volar sola aún me da mucho miedo, miedo de caerme desde arriba del escenario y partirme la cabeza de madera contra una butaca de la primera fila.

Pero lo haré, probablemente sólo es cuestión de tiempo.

Imagen : http://www.lapsusdememoria.com/fotoblog

 

A tí misma, con cariño, por idiota

A tí misma, con cariño, por idiota
Tu que has pontificado tanto sobre el amor, ataviada con túnicas de sabiduría y progresismo de tres al cuarto, tu que has construido una torre "inexpugnable" en torno a tu pedazo de escala de valores indestructibles, tu que has sido maniquea hasta el verdadero asco, "o es así, o es asá", no hay término medio. Tu que has "entendido" que les pasaran cosas a otros, aseverando gravemente que eso nunca te pasaría a tí, no por moralidad, sino porque tu eres y sientes bla bla bla....
Ahora parece que eso es lo que eras, efectivamente, bla, bla y bla.
De repente te pilla una crisis de los cuarenta, o quizás sólo te pillas a traición a ti misma cuando menos te lo esperas, y un ejército de mariposas gigantes te aletean en la tripa con fiereza por alguien que no es "quien debiera".
Amas a "quien debieras", estás construyendo con él algo hermoso, pero de repente te enteras de que no eres una estatua de sal y estás tan expuesta a sentimientos y deseos tan políticamente incorrectos que no sabes ni qué cara ponerte a ti misma.
Y luego vas y la cagas, y ahí te enteras de más cosas, que te dejan tan desconcertada y tan grogui que besas la lona del ring y sientes derrumbarse sobre tí un edificio entero que por lo visto habías construido con cemento defectuoso.
Eso te pasa por idiota.
Parece que afuera no pasa nada, o al menos no pasa mucho.
Pero tu tormenta sigue agitando el vaso de agua ahí, en el centro de tus entrañas.
Hoy alguien me dijo que en realidad debía sentirme afortunada por descubrir sentimientos nuevos. Qué quieres que te diga. No me hacían ninguna falta.
Quizás si, quizás es importante que haya averiguado tanto sobre mi. Pero duele. Y prefiero no pensar en lo que podríamos llamar "efectos colaterales".
Sabía que manejaba mal mis emociones, pero no que aún podía sorprenderme por eso.
Ahora apechuga con tu amor, con tu cuelgue, y con tus decisiones, superwoman de pacotilla, y por lo menos que esto te sirva para no ser tan confiada, no con los otros, sino contigo misma.
Amén niña.

Un mordisco a la realidad

Un mordisco a la realidad

En algunos momentos me asalta la duda. Vivir con un pié fuera del sistema es algo que he elegido, y no me arrepiento, aunque hay cosas que me desesperan, pienso que mi economía aún es mejorable, y que por lo que respecta al resto de los ámbitos de la vida, estoy mucho mejor con el pié fuera que atrapada dentro.

La duda no es por eso. Es porque no me gustaría encontrarme con que a fuerza de vivir así me estoy aislando un poco de la realidad.

Soy y seré defensora que la mejora del entorno empieza por uno mismo y de ahí a los más cercanos, en una suerte de diagrama de círculos concéntricos que como en el efecto de la piedra lanzada al estanque, son más difusos y terminan perdiéndose cuanto más lejos se dibujan.

Sin embargo la duda está ahí, no llega a doler pero es como una molesta piedra en el zapato de la conciencia.

Entonces es cuando intento acercarme a la realidad. Ver las noticias, interesarme por lo que hacen y dicen aquellos que, si no rigen del todo nuestros destinos, por lo menos si que influyen, para bien o para mal, mucho en nuestras posibilidades de desarrollo y nuestra calidad de vida, los señores políticos. No quiero des-responsabilizarme, desconectarme del mundo, por más que viva de un modo alternativo, como lo llaman ahora.

Pero el panorama es tan desolador, que vuelvo la cara a las montañas y le pido al sol y a la lluvia que me besen en la frente para lavarme de todo lo que mis oídos han escuchado, de lo que han visto mis ojos, de lo que mi corazón, pendiente de un hilo, ha sentido, al acercarme a “la realidad político-social” de mi país. O quizás debería decir de mis países, puesto que soy catalana y eso de entrada me regala un estupendo bilingüismo, y de salida se supone que me crea un bonito problema de identidad patria.

Y ahí me quedo, frente al televisor, viendo debates, y resultados de encuestas, y resultados de referendums, y opiniones post-votaciones.

Es asqueroso, todo esto es asqueroso. Encaramados en sus superestructuras sustentadas por teorías socioeconómicas, por marketing de dudoso gusto y nula honradez, hablan del pueblo como si el pueblo les importara, cuando les importa un carajo. Como si tuvieran la menor idea de cómo vive el pueblo, y que es lo que a ese pueblo de veras le preocupa. Como si fueran nuestros papás amorosos que van a cuidarnos y a llevarnos a un buen colegio y a comprarnos un coche y un ordenador de última generación, a cada ciudadano. De verdad me da mucho asco todo esto, no encuentro otra palabra.

Señores políticos, en el referéndum para la aprobación del Estatut de Catalunya hubo mucha abstención porque era domingo, mes de junio, con sol y calorcito, y la gente se largó a olvidarse de sus caras y de sus tonterías, a desahogarse de su semana, mes, año, currando en lugares donde se produce mucho, pero donde el trabajador se siente cualquier cosa menos una persona, y menos todavía una persona realizada. La gente se fue a la playa señores, eso es lo que pasó, en un porcentaje mucho más elevado que cualquier “castigo político” y similares zarandajas.

Y un apunte final, a mi los del PP (y estoy haciendo una excepción porque siempre he evitado la política en mi blog, pero hay momentos en los que no puedo contenerme), me parecen profundamente antidemocráticos e incluso profundamente anticonstitucionales (y anti-derechos humanos, si nos ponemos, también me lo parecen).

Alguien debería hacer algo con eso, puñeta, que fijo que no soy la única que lo pienso.

Amén.

Todas

Todas
La niña que fue todavía es, y la adolescente, sigue ahí. La mujer madura sale al encuentro de su serenidad y levantando de repente la vista del libro que está leyendo, se da cuenta sobresaltada de que antes no la buscó porque creía que no la necesitaba. Con ellas vive también una prematura anciana con temor a no saber envejecer, y una joven angustiada que le teme a la muerte. Todas juntas aletean adormiladas junto a la luz de la vida como atrapadas en una lámpara de tiempo. Alcanzando a suspiros las breves cimas del éxtasis fugaz, se angustian cada vez que se detienen para tomar aliento. Y sin embargo siguen bailando esta incongruente danza, convencidas de que en todo esto hay algo immensamente bello.

Extremos

Extremos

Hace pocos días disfrutaba, en casa de unos amigos, oyendo cantar a Natalie Dessay, el aria “Les Oisseaux dans la Chernille” de los Cuentos de Hoffman, de Offenbach, y en la misma tarde, de la colección de dos de pecho certera y bellamente colocados en el aria de “La fille du régiment”, de Donizetti,  a cargo del tenor peruano Juan Diego Flórez. Sin duda dos excelentes cantantes, dos fuera de serie me atrevería a decir.

Esta tarde mientras oía en la radio un concierto de lied en la voz de Deborah Polaski, cantante a la que tengo el placer de haber visto en directo en el Liceu, en “El Ocaso de los Dioses” de Wagner, me dejé llevar, me dejé acariciar.

Y el concierto de lied, que sonaba acariciador y plácido, sin sobresaltos, sin sobreagudos, me hizo pensar.

En los extremos.

En la obsesión humana por alargar los extremos y alcanzarlos, tal como los cantantes luchan por ampliar su registro y alcanzar los agudos más alucinantes, o los graves más increíblemente profundos, los deportistas intentan correr los 100 metros lisos en el menor tiempo posible, los corredores de fórmula uno intentan batir la vuelta ràpida de cada circuito, los golfistas intentan con tesón lograr un número de golpes menor que el del más brillante de sus antecesores, el comercial de tu oficina intenta batir el récord de ventas,  eccétera, eccétera, eccétera...

Esos extremos son naturales? Ese constante forzar y “perfeccionar” nuestra propia màquina, es bello, es deseable?

Permítanme que lo dude.

Tengo la sensación de que todo lo que tienda a llevarnos a los límites más lejanos acaba provocando una terrible competitividad, ríos de insatisfacción;  la sensación de que es un comportamiento muy “yang” sin su eterna contrapartida que lo regule.

Yang, Yang , Yang.... no suena como una enorme y recia campana, grave, resonante, llamando a ser y hacer cada día más...?

Mientras que Yin suena como el aleteo de una mariposa cerca de un cristal, delicado, suave, fràgil incluso.

Hay algo que me susurra al oído que podríamos disfrutar de una vida menos agotadora, moviéndonos entre esos límites sin prisa ni ansia por llegar a ellos e incluso superarlos, algo que me susurra que eso no es mediocridad, ni falta de pasión, sino una serenidad que puede ser  muy placentera.

El equilibrio está roto.

Y esto lo dice una extremista que lo ve todo blanco o negro y se suele comportar como una resonante campana con piernas.

Necesito alejarme de esos extremos, hacia el plácido centro, hacia la esencia quizás....

Tal vez es un momento personal.

“...Ahora, sin dejar de mirarme, se lleva la rosa a la boca. Sus pequeños dientes, blancos y afilados como los de un animal, muerden las suaves hojas con fiereza. Corta y mastica y traga. Se está comiendo la flor, la devora lentamente, con impavidez y obstinación. Primero desaparecen los pétalos, después la rizada base verde, luego el corto tallo erizado de espinas. Aterra ver los formidables pinchos en su boca, pero ella sigue masticando sin hacer ni un gesto. Transcurre un tiempo interminable.; Dhuoda ha dejado de rumiar y ya no queda nada de la rosa. La Duquesa sonríe:

-         Tienes razón , Leo. No eres más que una campesina ignorante, pero es posible que algún día llegues a aprender lo cerca que está el placer del sufrimiento.

Y una gota de sangre resbala por sus labios y cae sobre la inmaculada seda blanca del vestido” (de “Historia del Rey Transparente” de Rosa Montero)

Círculos

Círculos

Círculos concéntricos

Congénitos?

Confiados, círculos contenidos.

Círculos confabulados, círculos conquistados, círculos congelados, círculos condenados.

 

Círculos mágicos, círculos móviles, círculos vivos.

Círculos rotos.

Círculos contentos.

Oníric (...y I)

Oníric (...y I)

Sota l’ampit de la finestra hi ha un degoteig incessant d’aigua ensabonada i grisosa. S’esmuny per una escletxa que fa camí sobre el blanc del mur, i s’escola casa avall, fins deixar-se anar, gota a gota, sobre les llambordes, i llepar-les carrer enllà en rierols menuts i irregulars que enceten afluents a cada pas.

S’obre la finestra i l’aigua esclata enfora. De sobte, un buit blanc i ondulant ple de llum. Silenci.  

(Bajo el poyete de la ventana hay un goteo incesante de agua jabonosa y grisácea. Se escapa por una grieta que traza un camino sobre el blanco del muro, y se desliza casa abajo, hasta dejarse ir, gota a gota, sobre los adoquines, y lamerlos en la calle hacia lo lejos en riachuelos menudos e irregulares que empiezan afluentes a cada paso.

Se abre la ventana y el agua estalla hacia afuera. De repente, un vacío blanco y ondulante lleno de luz. Silencio.)

Ídolos

Ídolos

Hace un tiempo hubo en mi vida unos años de errores profundos, quizás inconscientemente premeditados, y en todo caso en absoluto calculados, puesto que sus consecuencias fueron terriblemente destructivas.

En aquel momento estaba perdida, alejada de mi misma, del mundo incluso, desgarrada por dentro y por fuera, me movía como una doliente sonàmbula sobre cristales rotos.

Y encontré a una persona. Fue una sacudida energética impresionante y me ayudó a salir de la ceguera espiritual autoimpuesta. Se aplicó a ello con todos los medios y conocimientos de los que disponía, y casi sin darnos cuenta nos fuimos acercando, haciendo nacer algo parecido a una amistad.

Quizás fue un error, quien pretende curar el alma y su paciente tal vez nunca deberían ligar sus destinos fuera del ámbito de la consulta. O puede que fuera una consecuencia lógica de todo lo que nos estaba ocurriendo y una lección de vida, simplemente.

En todo caso tuve a esa persona en una especie de pedestal, admirada por su sabiduría y su fuerza, aunque siempre sentí un poso de resentimiento, un resto de tristeza porque algo, cada día más, me hacía sentirme eternamente equivocada, frente a alguien que era presuntamente incapaz de error alguno, un regusto amargo a frustrada pequeñez ante alguien que parecía incapaz de mostrar (sentir?) piedad.

Ahí estuvo el fallo principal.

Siempre dije que hacía muy bien su trabajo, algunos amigos me lo rebatieron. Ahora veo que todos teníamos razón. Tenía las herramientas, muchas, tenía un don innato y probablemente, cómo aún le dije hace poco, la misión de ayudar al prójimo por encima de cualquier otra cosa. Pero eso no puede desarrollarse con éxito cuando uno se debate a cada minuto con su angustia y para reafirmarse necesita estar señalando constantemente, incluso en público, los errores y miserias que le confían en consulta, con un deje de prepotencia, con un toque de “yo ya he recorrido todo el camino” que es la antítesis de lo que debería transmitir un verdadero guía espiritual. El tiempo fue revelando las mentiras con las que entretejía su devenir, mentiras absurdas a veces, pero que podían herir, mentiras para proteger una imagen de estar de vuelta de todo que no le hacía otra cosa que daño.

Lo estuve viendo claro estos últimos meses, cuando nuestra relación había dejado de ser “clínica” para convertirse en solamente humana desde hacía mucho.

Y en una noche de alcohol y rabia le dije lo que pensaba, junté los pedazos de sentimientos que durante mucho tiempo sólo me había atrevido a dar en pequeñas dosis, siempre después de ser preguntada, e invariablemente con un cierto miedo, una cierta sensación de inferioridad, que no me abandonó casi hasta el final. Esa noche lo junté todo y lo vomité de mala manera. No me siento orgullosa de ello, debía haberlo hecho de otro modo, pero sólo de eso fui capaz. Luego sobrevino un último chisporroteo de rabia, las cenizas de una pena sincera, y luego la nada. No hay rencor, más bien un poco de tristeza, o decepción, al ver que mi ídolo tenía los pies de barro, al percibir con claridad por qué su tarea nunca le funcionaba bien con la gente, sino que más bien le producía infelicidad y disgustos constantes.

Espero que mi antiguo ídolo ahora caído sepa verlo y tenga el valor de desandar lo andado para volver a empezar. ¿Lo espero? En parte si, pero la caída sólo me ha dejado un vacío silencioso al que con esta última reflexión escrita pongo punto y final.

¿De vuelta? Supongo que nunca me fui del todo

¿De vuelta? Supongo que nunca me fui del todo

No escribo en ninguno de mis blogs desde mi operación (sírvanse intercalar aquí el sonido de un suspiro). De hecho he estado a punto de escribir sólo para anunciar que los cerraba, pero no será así, al menos no de momento.

Entenderé que no me leáis tanto como antes, yo tampoco leo ni comento, estoy con la cabeza (y el alma) en otra parte, y el problema es que no se cuál es ese lugar.

No se donde estoy, ni donde debería estar. Tengo los nervios de punta y juraría que una depresión  de lo peorcito, pero no quiero cerrar. He descubierto que necesito este rinconcito, y que aunque a veces mi estado de ánimo es tan negativo que incluso se me quitan las ganas de venir aquí, en ocasiones, necesito hacerlo, y si lo cierro ya no podré, sería como cerrarme una ventana propia, y no lo deseo.

He de reconocer que cuando empecé a escribir en blogs, la literata en ciernes que llevo dentro necesitaba un lugar donde dar rienda suelta a su creatividad, y para colmo, ser leída. Las cosas cambian, con el tiempo, y muy a menudo el blog se ha convertido sobre todo en el diario de a bordo de mis idas y venidas emocionales. Bueno, supongo que hay que aceptar las cosas como vienen, y vivir la vida en lugar de pelear con ella.

Estoy aquí ahora mismo, porque por enésima vez intento justamente eso, vivir con, y no en contra de.

Me cabrea no haber conseguido terminar el libro que empecé a escribir aquí, me fastidia sobremanera que el blog me acabe diciendo a gritos que esta herramienta tampoco me sirve para dejar de ser una inconstante. Me cabrea ser inconstante, pero o no me cabrea lo suficiente, o realmente la constancia me produce algún tipo de alergia espiritual que escapa a mi conocimiento. No debería, porque yo misma se que sin constancia pocas cosas se terminan (da igual si con éxito o no, se terminan, simplemente) y eso crea una insatisfacción permanente y dolorosa en el ser humano. Quizás sea eso, quizás en un recóndito lugar de mis entrañas vive agazapado un miedo cerval a que las cosas terminen, y es por eso por lo que las dejo todas suspendidas en el aire, bailando ahí, como marionetas inútiles y tristes que me echan en cara haberlas abandonado.

¿Quizás por eso no cierro el blog, por no acabar? Dudo que en este caso tenga nada que ver. En todo caso, y sin que sirva de precedente, lo que si voy a cerrar es Luna, S.A.

Me propongo, ahora que tengo contratado un servidor de pago, hacer allí otro blog, o varios, yo que sé, cuando encuentre tiempo, ánimo y motivación suficientes para dedicarme a esto. Entretanto aquí estoy, con la energía bajo mínimos, pero aquí, porque constante no seré pero de ahí a dejarme abatir por la vida va un trecho, un enorme trecho que se llama orgullo con mayúsculas, un enorme trecho que se llama instinto de supervivencia subrayado y en negrita.

Ahora tampoco se como terminar el artículo :D.

Algún día tendré que aprender a cerrar ciclos, digo yo.

 

 

Dolor

Dolor Dolor. Miedo. Shock. Nervios a flor de piel, noche envuelta en blanco y angustia. Ausencia. Jamás me habían puesto anestesia total. Se me antoja algo muy parecido a morirse, morirse sólo un rato, para encontrarte después con amables caras luciendo gorritos verdes que te dicen: “Ya estás!”, que te ponen oxígeno, que te tapan con gruesas toallas también verdes (me moría literalmente de frío). Nàusea, y cuando has sido consciente una a una de todas esas vertiginosas sensaciones, y una anestesista cariñosa te pellizca la nariz, el dolor. Y a medida que pasan las horas, la consciencia de tí misma. De tu capacidad para aguantar, de tu valentía, de tu presencia de ánimo, de tu cuerpo, enorme, que resulta más que nunca una molestia, y al que no te atreves a odiar, escuchando el eco de un vago sentimiento de culpa que te avisa de que ya le odiaste bastante antes, y por eso estas hoy aquí, y así. Consciencia de tu cobardía, de tu miedo, de la escasa capacidad para dominar tu dolor físico y para contener tus emociones y evitar que se conviertan en tus enemigas. Consciente del amor, cada minuto, reconfortante en medio del desasosiego. Temerosa de no saber corresponder, temerosa de la pérdida sufrida, tensa de pánico por sufrir cualquier otra pérdida, ahora, o en un futuro. Imersa en semejante caldo de falta de autoconfianza y temores varios, oigo su voz que sin cesar me recuerda “has de creer, has de creer en ti, no tengas miedo”. Pero me rebelo. Parece que hace mucho tiempo perdí esa capacidad de creer en mi y la sola posibilidad de recuperarla es otro eslabón de miedo al fracaso en mi cadena de inseguridades. No me abandono. Medito, respiro hondo, no me separo de mis piedras (y me acuerdo de Mon cada vez que las miro y las toco, Mon cómo me están ayudando las piedras, nunca creí...). Intento convencerme de que puedo, intento serenarme para aguantar un tirón de dolor mejor que un movimiento lento que me desgarra las entrañas. Intento, intento. Y a menudo me rompo, en mil pedazos, con estruendo. El corazón y la cabeza, el alma misma en el centro de este volcán completamente incontrolado, trabajan como no lo hicieron nunca antes de ahora. Me repito a mi misma que cada minuto de esta prueba es una lección de vida, y que tengo que sorber hasta la última gota, que no puedo permitirme dejar resbalar fuera de mí las preciosas savias que los momentos y las situaciones rezuman sobre los labios de mi reconocimiento. Perdonarme a mi misma quizás no estaría de más. Y entender que para volver a empezar no basta con poner parches, si no que hay que hacer borrón y cuenta nueva. Y que la oportunidad de oro, duele. Bueno, la vida no da nada gratis, qué esperabas, boba?

El orden del loco

El orden del loco

El orden del loco. La mentira de la estabilidad teñida de suaves tonos pastel. El orgullo por todo lo alto, como un engalanado tio-vivo de feria gotica y siniestra, llena de payasos vanidosos espantando al miedo.
El reflejo de la rabia ensangrentada sobre la acera gris, lluvia en los charcos, pájaros sin plumas, llanto sin abrigo, cera caliente lacerando el alma.
La marea del tiempo haciendo estragos entre los pliegues del corazón, arrastrando lodos y miserias, propias y ajenas. El ansia trocándose en desastre, la esperanza divagando como una vieja loca entre bambalinas, olvidó su réplica y desgrana tonterías en el aire.
El sueño reparador estropeando engranages, oliendo a dolor.
Y el ego que se estrelló con su planeador de plata en medio de una nada de pereza triste.
Es el orden del loco, que necesita de su caos para regenerarse, para volver a ser niño sin serlo nunca más, para crecer boca abajo, para amarse, tiernamente, el resto de su vida.

Nota: Se qué algunos habéis leído este post en Luna, S.A., pero debía haber estado aquí, y aquí viene. Voy a quitarlo del otro blog y poner aquí los commentarios que dejásteis. Parece que blogia 2.0 va funcionando bien, así que de momento dejaremos cada cosa en su lugar ;)

PAZ

PAZ Muy buenas.
El caso es que yo tengo unos vecinos.
Si, tu también, y tu, y más o menos todos, especialmente si, como la gran mayoría de la gente, vivimos en un bloque de pisos.
El caso es que mi marido y yo hacemos una vida normal, comemos, limpiamos, vemos la tv (poco por cierto), interneteamos, lavamos los platos, hacemos el amor, vamos a trabajar, etc.
El caso es que hay gente que realiza otras actividades suplementarias, como insultarse a grito pelado, atar a un perro y dejarlo solo en un metro cuadrado ladrando como un energúmeno, insultar a sus hijos pequeños, de día, o a altas horas de la madrugada, poner la radio hasta el límite de la pura distorsión cuando yo pongo música en el PC a un volumen más que moderado a las cuatro de la tarde, etc.
El caso es que mis vecinos de abajo, que realizan este tipo de actividades suplementarias, desde hace tiempo practican además, el deporte de hacernos la vida imposible.
El caso es que cuando tu practicas el vive y deja vivir, y alguien pone su punto de mira en ti o en tu familia para descargar los sobreestocks de energía negativa que alimentan sistemàtica y cuidadosamente cada día, la espiritualidad y el amor que tu intentas cultivar, se pueden ir al carajo con una facilidad pasmosa, al menos durante un rato.
El caso es que me subleva tenerme que “defender” de NADA.
El caso es que a veces llego a la conclusión de que no se por qué nos sorprende que haya un Bush, u otras hierbas, si a nivel pequeñito pequeñito de escalera o de barrio hay gente tan cafre.
El caso es que me está costando mucho escribir esto desde la educación y la calma, y eso me altera, me desagrada sobremanera sentirme así. Va en contra de mi propia naturaleza.
En fin que quizás no estoy emocionalmente lo bastante evolucionada como para “tomarlas” como vienen, pero a veces uno vive a pocos metros de una especie de “Katrina moral”.
Y oiga, eso, jode.

Ysies y yaperos

Ysies y yaperos Las ideas originales y creativas, los cambios en mi vida, la toma de riesgos, los proyectos importantes, nunca oyeron un “qué bien! Y cómo vas a hacerlo? cuenta cuenta.. Bah seguro que te saldrá bien!”
Los pequeños logros, incluso los grandes, nunca oyeron “Estupendo! Cuánto me alegro!”
Siempre los primeros sufrieron frías rociadas de “Y si...?” y los segundos de “ya pero...”.
Contra eso me rebelé durante años, casi inconscientemente y de una forma desordenada, incoherente, y en cierto modo autodestructiva, hasta que asimilé los “y sies” y los “ya peros” y yo misma los he estado poniendo por delante siempre, muerta de miedo y totalmente falta de convicción.
En un segundo se me reveló todo. Lo sentí en los huesos, me vi miles de veces paralizada por el miedo. ¿Por el miedo al miedo?.
Sentí un gran desconcierto y noté como las garras frías que atrapaban mis alas se aflojaban entre susurros que sonaron como hielo que se quiebra lentamente.
Un cierto resentimiento flotó como una neblina tenue que se enredó en mis pestañas.
Con la rapidez que da el entrenamiento perdoné, sonreí, y suspiré.
Se reveló la rebeldía y sus porqués.
Y ahora vuelta a empezar.
Tendré que habilitar en mi azotea un baúl grandote donde ir guardando los ysies y los yaperos en el futuro. No sólo los que vienen de fuera, sino también, y mucho más importante, los que nacen dentro.
No será fácil, pero seguro que puedo hacerlo ;)

Vida

Vida El el texto orginal es en catalán, y caramba, hay cosas que al traducirlas a otro idioma de aquel en el que fueron sentidas... no es lo mismo. Pero he hecho lo que he podido, y más abajo está en castellano :).

Un estol de plomes grises i blanques s'aixeca entre el metall i l'asfalt. Els bens i els cavalls, amb una conformitat esfereïdora i una placidesa anacrónica, pasturen a la vora de la cinta negra i calenta per on roda la ferralla sorollosa que envolta sers humans atrafegats i espantats.
La vida pica de peus impacient sobre les vies del tren del temps, mentre dels fulls d'un llibre s'escapa un alè de vida aliena que nodreix la meva fera impacient, plena d'ànsia d'assimilar, plena de desig de trobar afora el que no goso cercar a dins, potser.
Sento vidres puntxeguts i freds que es claven a les plantes dels meus peus quan camino damunt el seu esclat de plors violent, irat, envaït per la petita ràbia dels seus ditets impotents, de la seva boca que s'alça com una ferida tremolosa que a les palpentes esboça un àngel de sucre que se li desfà damunt dels ulls.
El seu crit puja pels meus turmells, i com l'heura tendre s'enfila cames amunt, embolicant-me, escalfant-me el ventre amb cada llágrima que jo no vesso per les seves llágrimes, en cada dolç batec de compassió que m'acarona les temples, que se m'instal·la al cor com el bressol d'una nina trencada.
Fins que m'adormo sobre els somnis de l'infant que esgotat tanca les parpelles i adormida l'embolcallo amb l'amor llunyà del meu silenci.
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Una bandada de plumas grises y blancas se levanta entre el metal i el asfalto. Las ovejas y los caballos, con una conformidad aterradora y una placidez anacrónica, pastan en la orilla de la cinta negra y caliente donde rueda el hierro ruidoso que rodea seres humanos atareados y asustados.
La vida taconea impaciente sobre las vías del tren del tiempo, mientras de las hojas de un libro escapa un aliento de vida ajena que nutre a mi fiera impaciente, llena de ansia de asimilar, llena de deseo de encontrar fuera lo que no me atrevo a buscar dentro, tal vez.
Siento cristales puntiagudos y fríos que se clavan en las plantas de mis pies cuando camino sobre su estallido de llanto violento, lleno de ira, invadido por la pequeña rabia de sus deditos impotentes, de su boca que se alza como una herida temblorosa que a tientas esboza un ángel de azucar que se le derrite sobre los ojos.
Su grito sube por mis tobillos, y como la hiedra tierna se encarama piernas arriba, envolviéndome, calentándome el vientre con cada lágrima que no vierto por sus lágrimas, en cada dulce latido de compasión que me acaricia las sienes, que se me instala en el corazón como la cuna de una muñeca rota.
Hasta que me duermo sobre los sueños del niño que agotado cierra los párpados, y dormida le envuelvo con el amor lejano de mi silencio.

Emociones soberanas I

Emociones soberanas I Otra vez una de esas "pequeñas cosas" me ha hecho saltar las lágrimas de un modo absurdo e inoportuno. Y como tantas otras veces me he puesto a pensar en estos estallidos emocionales que surgen de repente y son tan difíciles de controlar.
He llegado a la conclusión de que tengo estallidos emocionales de dos categorías, que se dividen a su vez en dos tipos. A saber:
- Estallidos emocionales que debería saber controlar porque invariablemente repercuten de un modo negativo en mis relaciones y en mí misma. En este apartado se encuentran la ira, y la verborrea incontrolada.
- Estallidos emocionales que me encantaría no tener que sofocar, sino por el contrario dejar volar libres y expuestos sin recato, pero que me veo obligada a contener porque no son políticamente correctos. Aquí incluiría el llanto, y los temblores producidos por una gran tensión.
De momento hoy les dedico a este post a las lágrimas, las que lo han inspirado, al fin y al cabo, y me gustaría hacer un recordatorio de situaciones que tienen bastante de absurdas en las cuales la emoción en cuestión me pilló totalmente por sorpresa y me dejó azorada, con un nudo en la garganta, y con un eco de risas en el corazón:

- Una vez que vi por televisión como Arantxa Sánchez-Vicario ganaba el Roland Garros.
- En los aplausos después de terminar unos amigos míos de representar una obra de teatro (que a todo esto, era una comedia...)
- Al cantar "El Cant de la Senyera" con un coro en el Casal Catalán de Bruselas, acompañada por todos los miembros de la entidad que fueron a oírnos cantar (esa vez pude liberar la emoción, porque mi cuñada estaba igual que yo, así que seguimos la cancíón como pudimos hechas un mar de lágrimas y maldiciendo a nuestros compañeros que nos miraban muertos de risa)
- Al terminar la película "El cielo puede esperar" (mis amigos mirándome desconcertados y yo luchando con el rimmel que se desintegraba :D)
- Cantando como solista (montooooooones de veces, y eso si es terrible porque entonces hay que controlarlo también para que la voz no suene como un cascajo...)
- Sola en casa, o con compañeros de trabajo o alumnos, al elaborar proyectos para ellos, de repente es como si viera el resultado final, una escena, una canción, un flash, y me dan unas ganas de llorar que a penas si puedo seguir haciendo una exposición seria y lógica de lo que intento montar.
- La que inspiró este post, una de esas tontas tontas tontas: Al adaptar un trozo de la letra de una canción para que encajara más con la ocasión en la que mis alumnas tienen que cantarla (la boda de sus hijos). Modifiqué cuatro versos y me las vi y me las deseé para contener las lagrimillas...hay que ver :D
Hay más (de hecho muchas más, y todas me ponen en situaciones de lo más comprometidas), pero estas sirven de muestra perfectamente. Y todas, absolutamente todas, tienen algo en común. El llanto siempre viene producido por emociones positivas, no por dolor, tristeza o compasión. Esa otra clase de llanto la se contener con auténtica maestría, y sólo lo dejo salir cuando estoy sola, o excepcionalmente, a solas con alquien que merezca toda mi confianza sin reservas.
Me estoy psicoanalizando? No lo creo, pero yo soy de las que a veces necesitan verbalizar lo que sienten o piensan para verlo con más claridad, como si pintara un cuadro con ello y eso me permitiera observarlo desde otra perspectiva.
Y de esta necesidad de verbalizar, que a veces también se me desmanda (véase verborrea incontrolada más arriba), hablaré en otra ocasión ;)

Ángeles cotidianos

Ángeles cotidianos Buenos propósitos con olor a mañana recién horneada.
Ser la abejita laboriosa durante horas, sin parar ni para pensar, organizarme, él necesita que le ayude, en serio, con algo más que palabras, y estallidos de loco humor que me consta que le alegran la vida, pero son insuficientes.
Yo misma necesito quitarme el último envoltorio de depresiones y perezas que se me siguen concentrando en el estómago todas las mañanas y me impiden actuar.
Y lo hago, temerosa de que la explosión de actividad dure poquito.
Me siento bien. Ya hace muchas lunas que entiendo que voy a ser capaz, pero la piel vieja no termina de caerse y no hay exfoliante del espíritu que sea lo suficientemente fuerte como para arrastrarla lejos de mi higiénicamente y sin dolor.
En suspenso, temo que uno de mis despistes se abalance sobre mi riéndose de mi falta de previsión, de mi atolondramiento. Me fijo en cada paso que doy mientras revoloteo sobre mis tareas intentando refrenar mis alas.
No quiero repeticiones, "esas" repeticiones pequeñas que duelen, que me hacen llorar por lo que tienen de insignificantes, lo que originan sin embargo cada vez que se producen, y lo absurdo de que les permita volver a mi vida constantemente, y vengan, inoportunas, a caer en cualquier nuevo camino, brillante, por estrenar, que extiendo ante mi llena de esperanza.
Y es cierto que una vez dado el primer paso, hay dos cosas que no fallan: la primera, que parte del miedo se larga con la piel muerta y va a parar al río del olvido, la segunda, que cuando lo consigo surgen ángeles.
A veces son ángeles cotidianos, con una mirada entre bonachona y pícara, que llaman a tu puerta para avisarte de que te dejaste encendidas las luces del coche.
Volé a apagarlas, y en una hora me iba a trabajar otra vez.
Acabé mi jornada laboral satisfecha, y quizás menos cansada que de costumbre.
No debo olvidar, sin embargo, que después del primer paso hay que ir poniendo un pie delante de otro con CONSTANCIA y sin vacilaciones.

Concierto para vulnerabilidad y rabia

Concierto para vulnerabilidad y rabia Primero fue la puñalada, me estalló en la cara de repente dejandome hielo en el vientre y fuego en el rostro. Mi autodominio se tambaleó hasta hacerme sentir físicamente mareada. Impotencia, rabia, ira... Me ayudó mucho tener al lado a la gran persona que tengo, y conseguí apagar el primer incendio interior. Pero me moría de miedo. Sabía que volvería.
Y volvió, poco a poco, instalándose en mi alma y resquebrajándola, mientras yo recordaba a la que hace pocos años fue mi terapeuta y me ayudó tanto a sanar mi descompuesto interior, y pensaba en el perdón y en la compasión. O lo intentaba... porque cuando intentaba enviar esa invisible energía rosada pegué un puñetazo sobre mi escritorio y grité que no podía hacer eso, que hay momentos en que no...
Ayer explotó... pedí a gritos silenciosos soledad. Vulnerable y desconcertada como una niña perdida, me intentaba convencer de que me controlaría, lo verbalizaba una y otra vez, mientras el control iba desapareciendo y yo ya era sólo una triste caricatura de mi misma. Y reventé. El odio y la rabia explotaron dentro de mi con una fuerza brutal, desgarrando todo lo que encontraron a su paso. Durante y después del estallido de aquella bomba-trampa me sentí empequeñecer, quise desaparecer, ansié detenerme, pero era demasiado tarde.
El fuego se apagó porque el combustible se fue evaporando en el aire dejando en mi boca el regusto amargo de las acciones futiles y en mis ojos el ardor del ácido corrosivo del dolor inútil.
Volví a casa y acabé de sofocar el fuego con un torrente de lágrimas tan imparable como la propia explosión lo había sido un rato antes.
Me dormí por puro agotamiento nervioso.
Por la mañana, después de destrozar un poco más mi alma con los ecos tardíos de la onda expansiva, ha llegado el vacío.
Una cámara ha surgido de la nada y me ha tomado un primer plano en blanco y negro de las entrañas. Estaban despeinadas y revueltas, húmedas de llanto, haítas de impotencia.
Un odio sordo preñado de tristeza revolotea transparente y peligroso por mi cuarto.
¿Quién dijo que yo era fuerte? Si tan poco puede hacerme tanto...
¿O no es tan poco?
No lo es. NADIE, absolutamente nadie, tiene derecho a jugar con esa irresponsabilidad con los sentimientos ni con la vida de nadie.
No debería ocurrir.