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MOONSA BOUDOIR

Princesas

Princesas

Siempre me he preguntado cómo debe ser su vida. Todos los días, camino del trabajo, veo por lo menos a cuatro de ellas, en la carretera. A veces me saludan efusivamente al pasar, supongo que conocen mi coche, a fuerza de verme cada día a la misma hora. Muchas veces me siento tentada de bajarme y charlar con ellas, pero supongo que me tomarían por loca, incluso temo que se ofendieran si me pongo a hacerles preguntas así sin más.

Cuando vi Princesas creí que iba a comprender algo más sobre ellas. Quizás sí.

Para mi gusto es una película de actrices, muy buenas, a mi entender, que trata además la prostitución con ese punto de inocencia y alegría que también tiene, por más que otras películas y documentales se empeñen en mostrarnos sólo la parte más sórdida del asunto.

Caye, muy bien llevada por Candela Peña, la puta filósofa y sensible, hija de una familia cerrada y extraña de la que probablemente busca constantemente huír y a la que a un tiempo no puede evitar sentirse profunda y dolorosamente vinculada. Para mi gusto el personaje tiene algunas lagunas de guión que le restan una pizca de credibilidad.

Zulema, en la que también está estupenda Micaela Narváez, la inmigrante que no encuentra otra salida, a pesar de ser una mujer valiente y de recursos. Cuántas veces hemos visto su drama en documentales sobre la prostitución desde un ángulo más explícito y oscuro.

Ambas sin demasiada cultura, a veces sueltan frases lapidarias que han leído en revistas o han oído por la tele, igual que las otras chicas que frecuentan la peluquería de Gloria.

De telón de fondo, problemas reales, el racismo, la inmigración, el machismo, los maltratadores, la droga, la monotonía de algunas vidas vacías y grises como la de la madre de Caye, la incomunicación. Todo sin grandes truculencias ni aspavientos, pero está ahí.

Para mi gusto es una buena película. He leído críticas en las que se le acusa de no tratar con profundidad los temas, de pecar de una cierta ingenuidad “edulcorada”. Bueno yo creo que esa ingenuidad, esa ilusión de ser princesas, ese punto infantil, lo tienen. Lo creo porque las veo bromear bajo sus sombrillas en verano, y las oigo parlotear entre risas en la gasolinera, en invierno, cuando se van juntas al baño y a tomar un café. Y una de ellas lee (libros, no revistas del corazón) mientras espera que pasen los clientes en las frías tardes invernales.

El punto de vista de Fernando León de Aranoa es diferente, pero no olvida la realidad, enseña en todo caso caras menos espectaculares de esta realidad, y se permite bromear sin ser grosero, y jugar sin faltar al respeto. Pero las enseña muy bien, de la mano de un elenco de artistas excelente. La música de Manu Chao por cierto me pareció buenísima y le va que ni pintada a la película.

El final es bastante abierto; piensen lo que quieran, la calle sigue ahí, y por una u otra razón sigue habiendo mujeres en ella, como Caye (Calle), como Zulema, y si no son ellas, serán otras aspirantes a princesa.

Todas

Todas

La niña que fue todavía es, y la adolescente, sigue ahí. La mujer madura sale al encuentro de su serenidad y levantando de repente la vista del libro que está leyendo, se da cuenta sobresaltada de que antes no la buscó porque creía que no la necesitaba. Con ellas vive también una prematura anciana con temor a no saber envejecer, y una joven angustiada que le teme a la muerte. Todas juntas aletean adormiladas junto a la luz de la vida como atrapadas en una lámpara de tiempo. Alcanzando a suspiros las breves cimas del éxtasis fugaz, se angustian cada vez que se detienen para tomar aliento. Y sin embargo siguen bailando esta incongruente danza, convencidas de que en todo esto hay algo immensamente bello.

Lo que el correo esconde

Lo que el correo esconde

Ante la avalancha de forwards que llegan a mis cuentas de correo, y finalmente espoleada por la recepción de dos mails de clarísimo phishing (léase timo), creo que es de recibo que le dedique un post al correo basura y sus parientes cercanos.
Se qué existen páginas y páginas dedicadas a esto en la red, y yo misma os daré algunos enlaces que considero interesantes, pero entiendo que a estas páginas sólo accede el que va buscando información sobre el particular, y mi post se dirige mayoritariamente a aquellos que no la buscan porque ni siquiera saben lo preocupante y grave que es todo esto, y no tienen ni idea de los desagradables usos y manejos que se hace de ellos y de sus computadoras. Estas personas, cargadas de buena intención, siguen enviando cadenas de mensajes humanitarios, cadenas de avisos de presuntos virus, etc, sin saber lo que está pasando. Para ellos, escribo este post. Unos cuantos amigos míos se encuentran entre estas personas y hoy mismo les envío un mail invitándoles a que lean este artículo.

Hablemos pues de las diferentes clases de correo no deseado que podemos recibir:

Hoax: Es un mensaje de correo electrónico con contenido falso o engañoso y normalmente distribuido en cadena. Algunos informan sobre virus desastrosos, otros apelan a la solidaridad con un niño enfermo o cualquier otra noble causa, otros contienen fórmulas para hacerse millonario o crean cadenas de la suerte como las que existen por correo postal. Los objetivos que persigue quien inicia un hoax son: alimentar su ego, captar direcciones de correo y saturar la red o los servidores de correo. (Wikipedia)

Spam: Son mensajes no solicitados, habitualmente de tipo publicitario, enviados en cantidades masivas. Aunque se puede hacer por distintas vías, la más utilizada entre el público en general es la basada en el correo electrónico. Otras tecnologías de internet que han sido objeto de spam incluyen grupos de noticias usenet, motores de búsqueda, wikis y blogs. El spam también puede tener como objetivo los teléfonos móviles (a través de mensajes de texto) y los sistemas de mensajería instantánea. (Wikipedia)

Pishing: es un término utilizado en informática con el cual se denomina el uso de un tipo de ingeniería social, caracterizado por intentar adquirir información confidencial de forma fraudulenta, como puede ser una contraseña o información detallada sobre tarjetas de crédito u otra información bancaria. El estafador, mejor conocido como phisher se hace pasar por una persona o empresa de confianza en una aparente comunicación oficial electrónica, por lo común un correo electrónico o algún sistema de mensajería instantánea. (Wikipedia)

Spyware: A menudo nos lo cuelan en correos electrónicos sin que nos demos cuenta, sólo al abrirlos, y están muchas veces contenidos en correos hoax o spam, en forma de troyanos. También pueden llegarnos a través de páginas publicitarias (pop-ups) o al abrir programas que aparentemente son inocuos. Tenerlos plantados en el ordenador no ocasiona los destrozos que pueda ocasionar un virus, sin embargo es como tener un ojo espiando nuestro PC, de modo que pueden controlar todos los datos almacenados en él, incluyendo los de correo electrónico, que pueden utilizar para mandar más correo basura.

Ataques DoS: Los ataques tipo DoS, que consisten en el envío masivo de información a un servidor hasta que se vea saturado y deje de responder, son mucho más efectivos si se multiplica el bombardeo con un gran número de ordenadores que han podido ser infectados y manejados remotamente. Para infectarlos y manejarlos desde el pc que lanza el ataque, suelen enviar correos infectados con virus troyanos que les permiten utilizar nuestro ordenador, por supuesto sin nuestro conocimiento, para saturar un servidor y por tanto impedir su funcionamiento.  Las motivaciones que llevan a los “ciberterroristas” a realizar estos ataques pueden ser personales, políticas, o simplemente por querer entrar en algún sistema, cosa que pueden hacer con más facilidad si lo hacen caer, porque si cae, ha de reiniciarse, y en el momento del reinicio el sistema es más vulnerable.

Como véis bajo apariencias completamente inocentes, se pueden esconder cosas sumamente malintencionadas. Si colaboramos inconscientemente con todas estas personas que hacen mal uso del correo, además del daño que les ayudamos a hacer, inutilizamos el sistema de mails como válido para cadenas de información pública que si  son ciertas y útiles.
Por eso hay páginas dedicadas a distinguir la basura de lo que no lo es, a avisar de cuales son las alertas de virus auténticas y cuales las falsas, a publicar estafas por correo electrónico en todas sus formas para evitar que caigamos en ellas.
Yo personalmente estoy suscrita a la pàgina argentina Rompecadenas , que me parece excelente.
También podéis obtener mucha información sobre este preocupante asunto en la Wikipedia, que menciono más arriba, y allí mismo encontraréis otros enlaces de interés.
Espero que mi humilde aportación sirva para que al menos unos pocos se conciencien sobre este tema y poco a poco vayamos logrando una red más operativa y limpia de engaños y obstáculos innecesarios.
Salud.

En la cima del mundo IV

En la cima del mundo IV

Siente como su corazón bombea con fuerza, aunque parece haberse trasladado a su abdomen. Se mira de nuevo el ombligo presa de auténtico pánico.

El agujero negro le reclama desde allí, y como si de una mancha de espesa pez se tratase, parece que empieza a salirse por los bordes y a derramarse sobre su piel.Se levanta y vuelve a la puerta. Sigue allí, pero el marco y las esquinas parecen deformarse por momentos, y laten, laten al mismo ritmo que ese corazón abdominal del que es consciente por primera vez.

Quiere mirar ahí dentro, meter la mano hasta el codo y extraer lo que sea que hay en ese alucinante lugar de si mismo que desconocía.

Pero está muerto de miedo. ¿Y si no hay nada? ¿Y si el vacío más terrible y oneroso le espera al otro lado de sí mismo?

Está temblando convulsivamente y siente que va a ponerse a gritar.

“Give a little bit….” La canción ha vuelto a empezar y el volumen es infinitamente más alto, aunque él no lo ha tocado en absoluto.

“El apego a las cosas materiales hace a  los hombres insatisfechos. Sólo el desapego puede llevarte….” oye de nuevo la voz abriréndosee paso entre los más recónditos pliegues de su cerebro. Pero una y otra vez se niega a escuchar. Se tapa los oídos con las manos, y la voz y la música siguen subiendo hasta llevarlo al paroxismo total.

No puede hacerlo, está convencido de  que sólo hallará vacío, o en todo caso emociones tan negras y amenazadoras que no está dispuesto a vislumbrar si quiera. Al mismo tiempo sabe que si no entra, no hay vuelta atrás. Las cosas materiales han sido sus aliados, su ilusión, su motor, su razón de ser, lo único seguro y asible a lo largo de su vida.

Quizás se ha estado engañando todo el tiempo. Quizás como Linus, el entrañable personaje de Schulz, va por la vida abrazado a una manta protectora. Quizás no puede, no sabe, hacerlo de otro modo. Quizás volver a empezar sea la cosa más difícil que ha hecho en su vida. Quizás no va a  hacerlo….

Ve a Linus, el dedo entre los labios, sosteniendo con la otra mano la vieja manta contra la mejilla, tan desvalido, tan….

Empieza a reírse a carcajadas, es una risa imposible, repleta de llanto reprimido, dura como una piedra y restallante como un látigo, es la risa de un loco.

Corre hacia su ropa y de los bolsillos empieza a sacar cosas.

La agenda electrónica, el teléfono móvil, el reproductor multimedia, el pen driver, y los coloca en el suelo formando algo parecido a un círculo, sin dejar de reír, tropezando con todo lo que se le pone al paso. De un estirón acerca su ordenador portátil, y de otro arranca el terminal telefónico de su mesilla. Vuelve a buscar en sus bolsillos, frenético, y con una horrible sonrisa de triunfo saca las llaves de su coche, y las extiende junto a lo demás.

Se tumba en el suelo, en posición fetal, y con movimientos convulsos alarga los brazos para estrechar el círculo de objetos hasta que siente en su carne la frialdad de todos ellos, hasta que algunos se le clavan insidiosamente en la piel.

No va a mirar, por más que siga latiendo no va a mirar.

-          No hay nada, no hay vuelta atrás, no hay nada,  no hay nada, no hay nada…. 

Adela lleva casi quince minutos llamándole de todas las maneras posibles sin obtener respuesta alguna. Sólo escucha la música cada vez más alta que llega desde el otro despacho. Kristy se ha ido riendo, diciendo que no creía que Gonzalo fuera tan cobarde, pero que lo comprendía.

Pero la secretaria está verdaderamente descompuesta, y al quedarse sola, grita mirando hacia la puerta metálica:

 -          Gonzalo si no contestas abriré!!!

Toma aire, puede que aquello le cueste el despido, pero tiene el convencimiento de que está ocurriendo algo anormal, y  no puede esperar más.

Pulsa el botón y la puerta se abre con un zumbido.

Enseguida ve el montón de objetos absurdamente dispuestos en una especie de círculo sobre la moqueta. Y en el centro un pequeño montón de arena blanca. Nada más, nadie más.

La música se ha parado de repente, y ella siente que comprende lo incomprensible. Una lágrima de compasión sincera rueda por su mejilla.

- No hay vuelta atrás – dice Adela en voz alta, y ni siquiera sabe por que lo ha dicho.

                                           

                                          ∞        ∞        ∞        ∞

En la cima del mundo III

En la cima del mundo III

Se ha quedado mirando la zona de oscuridad, como hipnotizado, dejándose llevar por sus recuerdos. Se balancea ligeramente adelante y atrás mientras tararea la canción que está sonando en el reproductor de CD.

“Give a little bit.....”

Suena una y otra vez. 

"Give a little bitGive a little bit of your love to me

Give a little bitI'll give a little bit of my love to you

There's so much that we need to share

So send a smile and show you care 

I'll give a little bit

I'll give a little bit of my life for you

So give a little bit

Give a little bit of your time to me

See the man with the lonely eyes

Take his hand, you'll be surprised 

Give a little bit

Give a little bit of your love to meI'll give a little bit of my life for you

Now's the time that we need to share

So find yourself, we're on our way back home 

Going home

Don't you need to feel at home?

Oh yeah, we gotta sing"

Nunca antes se había preocupado de la letra. Es curioso, le están preguntando si necesita sentirse en casa, en su hogar.

Persiste en su balanceo, como si se acunara a si mismo. Mamá....unos brazos rollizos y fuertes que olían a colonia. Siempre llevaba una botellita en el bolso. Recuerda los brazos, la botella de plástico rosado, los pañuelos olorosos, una sonrisa con vida propia, que se pasea ante su vista sin encajar en ningún rostro, dulce y burlona a la vez. Unas manos regordetas, unas carcajadas amplias y resonantes, unos grandes ojos negros.

Allí estaba su casa. A una distancia de treinta y dos años. Tenía siete cuando ella murió.

Se levanta y se dirige hacia la puerta, se balancea todavía, más lento, más suave, mientras camina.

Se detiene, se ajusta el nudo de la corbata, baja un poco la cabeza, como si quisiera embestir la insondable negrura, y entra.

Silencio. Frío. Aquí no hay ningún olor familiar, nunca llegará a su hogar si se adentra en ese agujero.

¿O si?

Se queda de pie, con las piernas un poco separadas, plantado ante el negro vacío como si estuviera preparándose para la llegada de una fuerte ola marina. Y no pasa nada. Se obliga a no darse la vuelta, se obliga a no forzar los ojos para ver en la oscuridad, se obliga a no gritar; ha parado de balancearse.

Su pensamiento hace mucho rato que navega a la deriva por lugares a los que no se asomaba desde niño.

Sin duda alguna este portal no ha aparecido porque sí. Ha de llevar a alguna parte. Si se tratara de la muerte no tendría mucho sentido hacerle esperar en una negra y vacía estación de tránsito adónde no parece que haya de  llegar nada ni nadie.

No consigue ordenar las ideas. Tal vez es que en su interior éstas libran una lucha terrible para volver a los viejos y conocidos parámetros. Nada de fantasía, nada de azar, nada de misterio; puro racionalismo escéptico. El esquema de siempre pierde terreno por momentos.

Intenta respirar pausadamente, por la nariz. Fue a clase de yoga una vez, ahora lo recuerda. No le gustó el profesor. Intenta recordarle y en lugar de su rostro las nuevas y alborotadas sinapsis neuronales forman la imagen del maestro de la vieja serie de TV, Kung Fu, el hombre ciego y calvo de anaranjada túnica que llamaba a su pupilo pequeño saltamontes. Y en algún rincón de su cabeza suena una delicada campanilla.

Se echa a reír, no puede contenerse, sabe que probablemente es una reacción histérica, pero no puede parar. Tampoco puede oír sus carcajadas. Y cuando su cuerpo se curva hacia delante y se lleva las manos al estómago como queriendo detener la risa desatada, le parece notar una tensión en la piel, es como si la oscuridad ofreciera una cierta resistencia física.

“Olvidarse del yo. El desapego de las cosas terrenales es lo único que nos puede llevar a la serenidad y al conocimiento.”

Otra vez el profesor que no le gustaba. No le gustaba lo que decía.

¿Desapego de las cosas terrenales??? Después de luchar toda su vida por tener la posición y el poder que ahora ostentaba, por vivir rodeado de lujo, por qué no decirlo, ¿después de todos estos años ahora venía un tío a decirle que tenía que desapegarse de las cosas terrenales???

Por Dios él fue a clase para relajarse. Tenía estrés. Todos los ejecutivos tienen estrés. Entonces van a yoga. ¿O no era así el silogismo aprendido?. Él fue y no le gustó. El profesor le pareció un payaso místico. Así que no fue a la segunda sesión, ni a ninguna más.

Al fin y al cabo también estaba el psicoanalista, los ansiolíticos, el golf, Kristy.

Se estremece. Ha dejado de reír casi sin darse cuenta. ¿Qué hace allí sin decidirse a avanzar o retroceder?

Es que no puede. No sabe qué es lo que quiere hacer. No tiene ni idea de lo que está buscando.

- Gonzalo no tienes ni idea de lo que estás buscando.

Y en su cabeza suena su propia voz, justo a continuación:

“Tampoco la tenías esta mañana, antes de que pasara todo esto. Nunca la tuviste”

Traga saliva y se pone andar hacia el frente, despacio pero con decisión. La nada profunda y misteriosa se abre a regañadientes para dejarle pasar. No oye sus pasos. No oye absolutamente nada. Pero continúa.

-         ¿Gonzalo qué te crees que estás haciendo?

A pesar del frío que va en aumento poco a poco, tiene la camisa empapada en sudor. Se detiene sólo un instante; ha caminado mucho. O al menos eso cree. Pero nada ha cambiado.

Se da la vuelta y como impulsado por un resorte echa a correr. Negrura por los cuatro costados. Siente verdadero pánico e intenta moverse en línea recta. ¿Podrá salir por donde entró?.

Casi sin notar la transición se encuentra otra vez dentro de su despacho.

Las nubes siguen decorando el cielo de abril desde las ventanas.

“Give a little bit….”

Se tira al suelo, boca abajo, y llora.

Nada le sirve ahora, nada de lo que ha conseguido durante todos estos años. Enterrado bajo las cuentas de los bancos, los coches lujosos, la ropa de marca, las recepciones pretenciosas en su jardín, la felicidad de plástico gastado en la que finge vivir con su mujer, los empleados untuosos que casi inclinan la cabeza a su paso, respetuosos, admirados (¿o rencorosos y llenos de rabia?, se pregunta ahora). No le sirve de nada.

Se está volviendo loco y está encerrado en su despacho, al final de ninguna parte.

-         Quiero ver a mi hija, quiero ver a mi hija….

Parece estarle musitando confidencias a la moqueta, con la voz entrecortada, frotando el suelo con las yemas de los dedos en un gesto automático de paranoico.

Y como si alguien la hubiera plantado allí de repente, en su cabeza se gesta una frase, y le golpea al nacer como un mazazo.

“ Tu vida es una mierda Gonzalo.”

-         ¿Entonces para qué la quiero eh? ¡Trágame de una puñetera vez maldita cosa negra, trágame de una puñetera vez!.

Las venas de su cuello se hinchan violentamente a causa de sus gritos. Está fuera de sí.

Respira desacompasadamente, lleno de ansiedad, consiguiendo sólo que se le seque la garganta. Se levanta de un salto y se va a la nevera. La abre y saca una lata de cerveza. Se la bebe con tal fruición que el dorado líquido le mancha toda la pechera. Y él se ríe otra vez a carcajadas, entre sorbo y sorbo, mirando como el líquido gotea incontrolado desde su boca. Incontrolado, esa es la palabra.

Basta de control.

Se quita la ropa a tirones, y empieza a dar violentos saltos por la habitación, se golpea varias veces en las piernas, en los brazos, en el cuerpo, moviéndose como un animal grande y torpe que de repente se ha cansado de estar en una jaula.

Su alma sin duda se ha hartado de estar en una jaula, en una muy estrecha y fría que le constreñía cruelmente el espíritu. Una que había construido él, centímetro a centímetro, con precisión y anhelo enfermizos, para protegerse.

¿Protegerse de qué? Del dolor, de la compasión, de…. sí mismo.

Se sienta en el sofá, desnudo, y contempla su ombligo con la mirada oblicua y perdida de los locos. Y allí ve el agujero negro de la puerta. Recortándose sobre su vientre como si su cuerpo fuera uno de aquellos antiguos cuentos troquelados que tanto le gustaban de pequeño.

En él está el misterio, él es el miedo. Y sólo él puede decidir si quiere explorarlo, si quiere iluminarlo a riesgo de sentir latir su propia alma con toda su fuerza para ver lo que hay dentro de sí, lo hermoso y lo ruin.

Qué triste, que patético. Ha construido un imperio en cuya cima se sienta en solitario, y ahora no es capaz de decidir si quiere mirar en su interior.

(Continuará….) 

En la cima del mundo II

En la cima del mundo II

Frunce el ceño, inclina la cabeza hacia un lado, y mira la puerta abierta extrañado. Piensa que quizás debería estar asustado, no lo está, pero empieza a ponerse nervioso.

El oscuro rectángulo está ahí, como un desafío a su inteligencia, y quiere averiguar de que se trata.

Pero cuando va a cruzarlo con paso decidido algo le detiene.

De repente el miedo salta sobre él y se apodera de sus entrañas, dejándole la frente febril y el estómago helado.

¿Cómo puede cruzar sin saber que le espera al otro lado?

¿Qué es esto?

Le viene a la cabeza haber leído un libro, cuando era adolescente, en el que unos niños se salvaban de una hecatombe mundial porque en el momento de la deflagración estaban bajo el agua. “Mecanoscrit del Segon Origen”, de Manuel de Pedrolo, eso era.

Pero él no estaba bajo el agua ni aquello era una novela de Ciencia Ficción. Aquella impenetrable oscuridad, los fallos en las comunicaciones con el exterior de su oficina, todo tenía que tener una explicación lógica.

Volvió a su sillón intentando no mirar la siniestra abertura que quedaba en la pared de su derecha. Tenía que pensar.

Encendió de nuevo el dispositivo de masaje. La electricidad no había dejado de funcionar en ningún momento.

Debería cruzar aquel umbral. Él no era ningún cobarde. Pero no comprendía lo que estaba ocurriendo y estaba demasiado acostumbrado a controlarlo todo para poder tomarse la situación con la calma que requería.

Lo que fuera aquello, no podía estaba bajo su control.

Tal vez era un efecto extraño producido por alguna pantalla, o un cristal, y detrás encontraría a todos sus empleados, sonrientes: “Sorpresa!” le dirían. Estarían allí también su esposa, sus hermanas, su  hija de dos años. Su padre....

Chasqueó la lengua irritado y alejó de si esos pensamientos.

-         Gonzalo no es tu cumpleaños y es completamente absurdo lo que se te pasa por la cabeza. Desde cuándo dejas vagar así la imaginación?? Además tu padre murió hace cinco años.

Cierra fuertemente las mandíbulas. ¿Por qué ha visto a su padre en aquel cuadro?

Si sigue dejándose llevar por ideas estúpidas no encontrarà la solución al problema.

¡Un efecto! ¡Qué efecto ni que...!! ¡Dirigía una de las compañías de logística más importantes de Europa, no unos estudios cinematográficos! Y quién iba a molestarse en....

Se sentía verdaderamente enfadado consigo mismo por haber dejado que tantos pensamientos fantasiosos entraran en tropel en su cabeza y camparan por allí sin orden ni concierto.

Se levantó, se quitó la americana, que colgó cuidadosamente del respaldo del sillón, y se dirigió a la puerta.

Sacó un brazo, firme, rápido, casi con violencia.

Nada. Sólo una extraña sensación de frío.

Abarcó el oscuro rectángulo con la mirada, se agarró al dintel metálico y tomando aire como si fuera a sumergirse en el agua, sacó la cabeza por la negra abertura.

Silencio.

Supertramp no se oía al otro lado, no se veía absolutamente nada, y hacía un frío terrible.

Retiró su rostro con precipitación. Podía no gustarle reconocerlo, pero estaba asustado de verdad.

Desalentado volvió a agarrarse en el dintel, y con mucho cuidado sacó un pie, tanteando el suelo.

No era... no era exactamente sólido, aunque no le pareció tampoco vacío.

Igual que cuando introdujo el brazo y la cabeza, la oscuridad parecía estar hecha de un material suave y blando que se adaptaba a todo lo que entraba en ella, como si de un molde se tratara.

La cabeza le daba vueltas y el corazón empezó a andarle muy deprisa.

Se mareó, y volvió al sillón.

Cuando se sintió mejor, probó sistematicamente las tres ventanas que podian abrirse normalmente en aquella elevada jaula de acero y cristal, probó la conexión a internet, el móvil, el intercomunicador.

Nada.

Supertramp seguía sonando en el reproductor de CD como una incongruente sintonía que le daba familiaridad a la situación.

Tenía que salir de allí. ¿Pero cómo? Aquella negrura insondable le aterraba. Era extraña y desconocida como..... ¿la muerte?

Intentó apartar aquel pensamiento, pero no tuvo el menor éxito. Eso era, la muerte. Y su cabeza empezó a divagar de nuevo por los terrenos de la más desaforada fantasía.

La muerte le esperaba ahí fuera. Ignoraba por qué, pero era así.

Los ojos se le llenaron de lágrimas, no quería marcharse, pero poco tiempo sobreviviría encerrado allí dentro. En la nevera sólo había refrescos y cava. En el mueble bar había frutos secos y bebidas alcohólicas.... que tontería....

Así que la muerte le esperaba fuera, pero también dentro.

Con toda seguridad se estaba volviendo loco.

“Deberías prestar más atención a la nena Carmen, siempre la oigo balbucear y tu como si nada”

Y Carmen le respondía que estaba ocupada, y que la nena estaría bien. Siempre igual.

Él por supuesto nunca hizo mucho caso de esos balbuceos. Los oía, le recriminaba a Carmen su comportamiento poco maternal, cogía el maletín y se marchaba. O se sentaba en el ordenador para evadirse dentro de su cibermundo.

No podía alejar de su mente el rostro de su  hija Marta.

Qué ganas de llorar, sus lágrimas parecían un embalse lleno hasta los topes que pugnaba por romper la presa.

¿Qué le estaba pasando?

Cuando murió su padre él se hizo cargo de todo. El funeral, varias misas en su memoria, la necrológica en el periódico, el reparto y liquidación de bienes. Actuó con precisión y justicia, toda la familia le agradeció lo que había hecho. Aunque su hermana Nati le miró un día fríamente y le espetó que: “la muerte de papá no es uno de tus negocios, Gonzalo, que lástima me das” y se fue para no volver a verle ni a llamarle hasta la fecha.

Lo que sabía de ella lo sabía por su tía, la hermana de su padre, que siempre había tenido debilidad por él, y ya desde pequeño le excusó todas las travesuras.

Más lágrimas. La puerta era una mancha negra y borrosa en la pared que se encogía y se expandía muy despacio.

Poco tiempo después buscó a Kristy, aquella puta tan simpàtica que conoció en la despedida de soltero de su amigo Carlos, y que le aseguró que estaba estudiando Ciencias Económicas y hacía aquello para “ganar un dinerillo extra” y porque la divertía. La creyó. Era una mujer instruida y bastante culta y sin duda , inteligente. El motivo real por el que se dedicaba a aquello se le escapaba. Pero en aquel momento no era importante. Kristy sabía escuchar, sabía hacerle sentir poco menos que como un dios, y era estupenda en la cama. Así que la buscó, y la encontró.

Empezaron a verse con regularidad. Él pagaba sus servicios cada vez, sin rechistar. Era un lujo que podía permitirse.

Y poco a poco se alejó de Carmen. No la necesitaba. Era bonita, tenía estudios, era elegante y sabía estar. En su momento resultó una candidata perfecta para el joven empresario. Pero nada más. La madre de sus hijos y su compañera en los acontecimientos sociales.

El amor era una tontería.

Aunque él quería a su hija.

¿La volvería a ver?

Sin duda no, porque aquello era la muerte, daba igual por que lado de la jodida puerta lo mirase.

Vista  a la luz de los recientes acontecimientos su vida le empezaba a parecer una cosa terriblemente vulgar para asemejarse ni remotamente a la del ser superior que él se había considerado siempre. Y para colmo se terminaba así.

Descargó un violento puñetazo sobre el escritorio, pero todo lo que consiguió fue hacerse daño. La ira y el miedo siguieron allí, intactos, amenazando con hacer estallar su corazón.

(Continuará...)

En la cima del mundo I

En la cima del mundo I

Nunca el Sr. Hernández llegó tarde a una reunión. Nunca. Y pasan 6 minutos. Nada en el móvil, nada en el mail.

-          Adela, ¿ha llamado alguien?

-          No señor

-          Gracias Adela.

Frunce el ceño y tabalea sólo un momento con los dedos sobre la mesa de caoba. Bien, si el cliente no viene no va a estar perdiendo el tiempo esperándole. Abre la gran carpeta azul que reposa sobre una esquina del escritorio.Veamos, no estaría de más repasar otra vez esas estadísticas, lo hizo ayer noche, muy apresuradamente, y el tiempo que generosamente le está brindando el Sr. Hernández le va a venir muy bien para estudiarlas con mayor profundidad. Para cuando llegue la señorita Gavin, su siguiente cita. La recuerda por un momento. Una joven francesa que parece creer que va a seducir a todos los empresarios españoles con sus tenues parpadeos, sus felinos andares, y un poco de rouge. No la cree tonta, pero si vulgar. Una vulgar hija de papá con mucho dinero. Sabe ser fría y guardar sus cartas si es necesario, pero no cree que hubiera llegado muy lejos si...

-          Sr. Medina, hay aquí una señorita que quiere verle, pero no tiene cita concertada.

-          ¿Te ha dicho su nombre?

-          Kristy, a secas, dice que se llama.

Enarca las cejas muy levemente. Kristy? La única Kristy que conoce...Mira el reloj. Sin duda el turno del Sr. Hernández acabó hace rato. Y las estadísticas pueden esperar. Kristy suena mucho más interesante. ¿Por qué no?

-          Hazla pasar Adela.

Se queda de pie mirando a la puerta con una sonrisa que pretende ser de bienvenida. La puerta no se abre.

Silencio. Ni un zumbido.

-          Adela hazla pasar

Silencio

-          ¿Adela?

Silencio.

Un nuevo tableteo sobre la mesa, que rodea conteniendo su creciente inquietud. ¿Qué pasa? ¿Es que todo va a salir al revés hoy?

-          Adela estás  ahi?

Silencio en el altavoz, silencio en la puerta.

Él mismo pulsa el botón de apertura. Y la puerta no se mueve, ni produce el menor ruido.

Mira a su alrededor desconcertado. El despacho está bien iluminado, en el DVD unos dígitos azules le recuerdan la hora. El televisor tiene encendido el pilotito verde. La nevera emite un ligero ronroneo. El CD está encendido. Coge el mando a distancia y lo pone en marcha.

Suena Supertramp. "Give a little bit of...."

Pulsa de nuevo el botón de la puerta, pero no ocurre nada.

Saca el móvil del bolsillo de su americana, para ver asombrado como la pantalla le muestra un mensaje de “buscando red” al intentar usarlo.

Se sienta en la mesa y pulsa dos veces sobre el icono de su cliente de correo. Antes de que la ventana se abra ve en la bandeja del sistema el icono de la conexión a internet, un pequeño monitor, esta vez bajo una contundente aspa roja. “Cable de red desconectado”. El router está en el piso inferior, y él puede conectarse a la red mediante un dispositivo inalámbrico. Que funcionaba hasta hace unos diez minutos.

Vuelve a levantarse para mirar por las amplias ventanas. Hace un espléndido día de primavera, con algunas nubes algodonosas que dejan en el cielo estampados aleatorios a gusto de la imaginación del observador.

Intenta abrir una ventana. Pero no puede.

-          Gonzalo no te pongas nervioso, es la ley de Murphy, algo empezó a ir mal y ahora nada funciona. Siéntate, cálmate, y algo se te ocurrirá. No diriges una empresa que factura tantos millones al año por ser un idiota que se deja acojonar a la menor eventualidad.

Y se sienta, en su enorme sillón giratorio. Pulsa un botón y el sillón, obediente, empieza a masajear alternativamente su espalda, su trasero, sus piernas.

- Ah claro, la puerta tiene uno de esos dispositivos de seguridad que siempre piensas que jamás vas a usar. Pues esta vez si.

Sonríe confiado y se dirige a la puerta. Efectivamente en la esquina superior izquierda hay una pequeña palanca. Se acuerda de los trenes, y sonríe de nuevo.

“Emergency – Pull”

Y tira hacia él.

La puerta se abre muy lentamente, con apenas un siseo.

- ¿Adela qué....?

La sonrisa confiada desaparece bruscamente de su cara.

La puerta automática está abierta de par en par, enmarcando un rectángulo donde reina la más espesa e indescifrable oscuridad. 

(Continuará....)

Extremos

Extremos

Hace pocos días disfrutaba, en casa de unos amigos, oyendo cantar a Natalie Dessay, el aria “Les Oisseaux dans la Chernille” de los Cuentos de Hoffman, de Offenbach, y en la misma tarde, de la colección de dos de pecho certera y bellamente colocados en el aria de “La fille du régiment”, de Donizetti,  a cargo del tenor peruano Juan Diego Flórez. Sin duda dos excelentes cantantes, dos fuera de serie me atrevería a decir.

Esta tarde mientras oía en la radio un concierto de lied en la voz de Deborah Polaski, cantante a la que tengo el placer de haber visto en directo en el Liceu, en “El Ocaso de los Dioses” de Wagner, me dejé llevar, me dejé acariciar.

Y el concierto de lied, que sonaba acariciador y plácido, sin sobresaltos, sin sobreagudos, me hizo pensar.

En los extremos.

En la obsesión humana por alargar los extremos y alcanzarlos, tal como los cantantes luchan por ampliar su registro y alcanzar los agudos más alucinantes, o los graves más increíblemente profundos, los deportistas intentan correr los 100 metros lisos en el menor tiempo posible, los corredores de fórmula uno intentan batir la vuelta ràpida de cada circuito, los golfistas intentan con tesón lograr un número de golpes menor que el del más brillante de sus antecesores, el comercial de tu oficina intenta batir el récord de ventas,  eccétera, eccétera, eccétera...

Esos extremos son naturales? Ese constante forzar y “perfeccionar” nuestra propia màquina, es bello, es deseable?

Permítanme que lo dude.

Tengo la sensación de que todo lo que tienda a llevarnos a los límites más lejanos acaba provocando una terrible competitividad, ríos de insatisfacción;  la sensación de que es un comportamiento muy “yang” sin su eterna contrapartida que lo regule.

Yang, Yang , Yang.... no suena como una enorme y recia campana, grave, resonante, llamando a ser y hacer cada día más...?

Mientras que Yin suena como el aleteo de una mariposa cerca de un cristal, delicado, suave, fràgil incluso.

Hay algo que me susurra al oído que podríamos disfrutar de una vida menos agotadora, moviéndonos entre esos límites sin prisa ni ansia por llegar a ellos e incluso superarlos, algo que me susurra que eso no es mediocridad, ni falta de pasión, sino una serenidad que puede ser  muy placentera.

El equilibrio está roto.

Y esto lo dice una extremista que lo ve todo blanco o negro y se suele comportar como una resonante campana con piernas.

Necesito alejarme de esos extremos, hacia el plácido centro, hacia la esencia quizás....

Tal vez es un momento personal.

“...Ahora, sin dejar de mirarme, se lleva la rosa a la boca. Sus pequeños dientes, blancos y afilados como los de un animal, muerden las suaves hojas con fiereza. Corta y mastica y traga. Se está comiendo la flor, la devora lentamente, con impavidez y obstinación. Primero desaparecen los pétalos, después la rizada base verde, luego el corto tallo erizado de espinas. Aterra ver los formidables pinchos en su boca, pero ella sigue masticando sin hacer ni un gesto. Transcurre un tiempo interminable.; Dhuoda ha dejado de rumiar y ya no queda nada de la rosa. La Duquesa sonríe:

-         Tienes razón , Leo. No eres más que una campesina ignorante, pero es posible que algún día llegues a aprender lo cerca que está el placer del sufrimiento.

Y una gota de sangre resbala por sus labios y cae sobre la inmaculada seda blanca del vestido” (de “Historia del Rey Transparente” de Rosa Montero)

Aroma de pipa

Aroma de pipa

Siempre te marchabas.

Te dije que por más mundo que recorrieras no encontrarías lo que buscabas, porque te estabas buscando a ti.

No era cierto, era a mi a quien deseaba que buscases, porque yo me había perdido.

Te buscaba cuando te ibas, y huía cuando estabas cerca.

Una vez te regalé una brújula de papel, y te encantó.

Una noche lloré sobre tus letras a la luz cambiante de un eclipse de luna.

Mil veces desapareciste y otras tantas me encontraste cuando yo te pensaba, empapada en lágrimas.

Cuántas veces me ofreciste la calma que yo no quería recibir?

Bailé hasta el amanecer con mi regalo de cumpleaños, y cuando le pregunté si tenía garantía se escondió en la sombra de sus lágrimas y yo me quedé en la calle con el desconcierto prendido en el alma. A veces fui cruel...

Mi anhelo de tí jamás me permitió quererte de veras.

En tu abrazo fui abiertamente vulnerable, nunca supe leer en tus caricias.

“Vamos a pasear o voy a tener que perseguirte todo el tiempo?” me preguntaste una vez. Y seguí corriendo huyendo de mi verdad y prolongando lánguidamente tu misterio, que así, oculto, lejano, yo suponía más protector, más eterno, más mío.

Luego aprendí a querer y en un rincón remoto de mi misma vi la sonrisa de tus ojos, sonreías porque comprendía, aunque a ti nunca te comprendí.

A veces cuando canto jazz y siento que el alma me sale a borbotones por la boca, huelo a mi lado el aroma de una pipa, y siento la caricia de una vieja bufanda que perdí.

Círculos

Círculos

Círculos concéntricos

Congénitos?

Confiados, círculos contenidos.

Círculos confabulados, círculos conquistados, círculos congelados, círculos condenados.

 

Círculos mágicos, círculos móviles, círculos vivos.

Círculos rotos.

Círculos contentos.

La barca de la vida

La barca de la vida

"Mucha es la gente que, para realizar ese viaje, carga su barca casi hasta los topes, a riesgo de hundirla, con un montón de estupideces que considera esenciales para mayor placer y comodidad del viaje, pero que en realidad no son sino trastos inservibles.

Atiborran la frágil embarcación hasta la altura del mástil con ropajes delicados y grandes casas, con criados inútiles y una hueste de buenos amigos que les son indiferentes y les pagan con la misma indiferencia, con costosos entretenimientos que a nadie divierten, con formulismos y modas, con pretensiones y ostentación y con el más loco de los trastos, el cuidado por la opinión del vecino, así como con lujos empalagosos, con placeres aburridos, con una vanidad vacía que, como la corona de hierro de los criminales de antaño, hiere y obnubila a la cabeza que la sostiene.

Lastre, compañero..., ¡lastre, y nada más! ¡Tíralo por la borda! Agrega tanto peso a la barca que te hará desvanecerte sobre los remos. La hace tan lenta y peligrosa de pilotar que nunca conocerás un momento libre de ansiedades y cuidados, nunca alcanzarás un instante de descanso para el ocio soñador..., no tendrás tiempo para contemplar las ventosas sombras que se deslizan con ligereza sobre los bajos fondos, ni los brillantes rayos de luz que revolotean sobre las ondas, ni los grandes árboles de la ribera que contemplan su propia imagen, ni los verdes y dorados bosques, ni los lirios blancos y amarillos, ni la oscura ondulación de los juncos, ni las juncias, ni las orquídeas, ni los nomeolvides.

¡Tira el lastre por la borda, compañero! Que la barca de tu vida sea ligera, equipada tan sólo con lo necesario... un hogar sencillo, placeres simples, uno o dos amigos que merezcan tal nombre, alguien a quien amar y alguien que te ame, un perro, un gato, una o dos pipas, lo justo para alimentarte, lo justo para vestirte y un poco más de lo justo para beber, pues la sed es peligrosa.

Verás entonces que es más fácil mover la barca, que no correrá tanto peligro de zozobrar y que no importará tanto que zozobre; los bienes sencillos y de calidad resisten el agua. Tendrás tiempo para pensar y tiempo para trabajar. Tiempo para beber el sol de la vida, tiempo para escuchar la música eólica que el viento de Dios pulsa en las cuerdas de los corazones humanos que nos rodean, tiempo para..."

De "Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro)" de Jerome K. Jerome

Terrassa

Terrassa

TERRASSA

La ferralla grisosa fereix d’intolerància

el vell ventre del cel que llu tan blau.

Un  llençol voleiant en mig la fosca

que sembla un esperit innominat.

Les petjades menudes d’un gat que no te amo

estampades damunt de la pintura fresca,

el murmuri d’aquells arbres tendres

niu de primaverals i cridaners ocells.

Un retall allargat de la muntanya,

un plor de nen que porta el vent,

un raig de solt ballant damunt de l’aigua

del cossi on es reflexa aquest moment.

La lluna en un cove,

la mar en un safareig.

Un bri de vida entre teulades

que sota el sol manyac de la bonança

bull sense atur, però serenament.

Una alenada fresca d’heura verda

enmig de tant ciment.

(Ays que poco me gusta traducir poesía!

 Puedo pedirles a los castellanoparlantes que aunque la comprendan en castellano intenten "cantarla" en catalán? Gracias :***)

 

Terraza

La chatarra grisácea hiere de intolerancia

el viejo vientre del cielo que luce tan azul.

Una sábana revoloteando en medio de la oscuridad

que parece un espíritu sin nombre.

Las pisadas menudas de un gato si dueño

estampadas sobre la pintura fresca,

el murmullo de aquellos árboles tiernos

nido de primaverales y chillones pájaros.

Un recorte alargado de montaña,

un llanto de niño que trae el viento,

un rayo de sol bailando sobre el agua

del barreño donde se refleja este momento.

La luna en un capazo,

el mar en un lavadero

una pizca de vida entre tejados

que bajo el dulce sol de la bonanza

hierve sin cesar, pero serenamente.

Un aliento fresco de hiedra verde

en medio de tanto cemento.  

   

Acosada

Acosada

Que no me compraré esos malditos pantalones, no ves que me van pequeños? No me muestres otros, quería esos, naranjas, finos y delicados como la tela que se usa para tapar el queso tierno, no una imitación de tejano. Tampoco quiero un playero.

No, no voy a ir al cursillo, no puedo, han cambiado las cosas en mi vida y ahora no me va bien. (Por qué me seguirán llamando?)

No, no quiero probar ese pastel de chocolate joder! Me has visto bien???

Sí, te he preguntado el precio porque me gusta, efectivamente es barato. Te dije desde un principio que no lo iba a comprar ahora porque no tengo dinero. Quiero saber cuanto vale para comprarlo cuando pueda. Crees que te miento??? Claro mucha gente debe decirte eso y cuando abren la cartera llevan como 500 euros en billetes. Pero yo no.

Así que dejadme tranquila de una vez! Eso no son buenos vendedores, son verdaderas pirañas, y lo curioso es que la señora con bata de la parada del mercadillo de domingo no difiere mucho del vendedor de aspiradoras que hizo un cursillo de marketing americano que es "la hostia". Pirañas, pirañas sin ningún escrúpulo, y además casi siempre sin  ninguna vista comercial, ni una pizca de intuición.

Luego con razón no vendo bien mi trabajo. No me gusta acosar a nadie, pero voy a tener que mirármelo desde un punto de vista diferente. Si esto funciona, será que hay mucha gente por ahí que responde al acoso con billetes y sonrisas, y compra cosas que no necesita para nada, o que le sientan como una patada en los mismísimos, pero se van a casa satisfechos con los bolsillos vacíos y las bolsas repletas, unas cuantas suscripciones a revistas que no leerán e inscritos a cursos y a gimnasios a los que después no irán pero siguen pagando religiosamente cada mes, domiciliado claro.

A mi que me dejen en paz oiga....

 

Punto de partida

Punto  de partida

Una explanada de gravilla gruesa surge de la niebla. El sonido de las ruedas sobre los guijarros y la noche que no se atreve todavía a abrirse dejan en la piel una extraña sensación de irrealidad. En medio de esta nada fría y desubicada crece un barracón blanco repleto de puertas cerradas que probablemente no lleven a ninguna parte. Se oye ténuemente el hilo musical. Sobre un pegote gigante de cemento los jóvenes héroes esperan el tren que ha de llevarles al futuro. Van armados con maletines, mochilas, y otros recipientes menos convencionales, cargados de ilusión y de pereza. Al final de una curva imposible que jamás estuvo allí antes aparece el tren, silbando ecos de sombra en la estación que no existe. Los héroes suben entre risas con las caras pálidas y los labios fríos. Tras ellos, el pastor del silencio entra en el tren, con su equipaje de calma, libros y tiempo. Las ruedas giran de nuevo sobre la grava, luces cruzadas, punto de partida.  

Oníric (...y I)

Oníric (...y I)

Sota l’ampit de la finestra hi ha un degoteig incessant d’aigua ensabonada i grisosa. S’esmuny per una escletxa que fa camí sobre el blanc del mur, i s’escola casa avall, fins deixar-se anar, gota a gota, sobre les llambordes, i llepar-les carrer enllà en rierols menuts i irregulars que enceten afluents a cada pas.

S’obre la finestra i l’aigua esclata enfora. De sobte, un buit blanc i ondulant ple de llum. Silenci.  

(Bajo el poyete de la ventana hay un goteo incesante de agua jabonosa y grisácea. Se escapa por una grieta que traza un camino sobre el blanco del muro, y se desliza casa abajo, hasta dejarse ir, gota a gota, sobre los adoquines, y lamerlos en la calle hacia lo lejos en riachuelos menudos e irregulares que empiezan afluentes a cada paso.

Se abre la ventana y el agua estalla hacia afuera. De repente, un vacío blanco y ondulante lleno de luz. Silencio.)

Publiciteces

Publiciteces

Cuando estudiaba en la Facultad de Psicología, hace...un tiempo Smile, tuve que realizar un estudio sobre la publicidad en televisión durante varios meses. Me pasé horas viendo lo que solemos obviar-odiar cuando nos sentamos ante la caja tonta, es decir, los intermedios.  Desde entonces me ha quedado como un vicio, una manía, y sigo analizando pormenorizadamente dentro de mi calenturienta cabecita cada spot que veo. Me sigue interesando el tema, porque no reconocerlo.

No mencionaré la marca, pero hay un spot en el que, después de argumentar largamente por qué los 40 son la mejor edad, nos sugiere untarnos con una cremita que nos va a hacer parecer diez años más jóvenes. Y digo yo, si los 40 son la mejor edad, para que quiero aparentar 30?. O debo suponer que las modelos del anuncio tienen en realidad 50? O es una muestra de "ingenio" publicitario? Por favor no me hagan pensar tanto, a ver si me van a salir arrugas :)).

 

 

 

Hay otro anuncio que me pone literalmente de los nervios, pero debo decir en descargo de sus creadores, que en este caso debe ser alguna neurosis escondida personal que sin duda un psicoanalista aclararía, en el hipotético caso de que me diera un buen golpe en la cabeza y decidiera acudir a uno. El caso es que el spot muestra a un  hombre acechado constantemente por raíces de crecimiento rápido, y en cuanto empieza mi reacción es cambiar automáticamente de canal. Si a alguien se le ocurre el por qué, se admiten ideas.

Ídolos

Ídolos

Hace un tiempo hubo en mi vida unos años de errores profundos, quizás inconscientemente premeditados, y en todo caso en absoluto calculados, puesto que sus consecuencias fueron terriblemente destructivas.

En aquel momento estaba perdida, alejada de mi misma, del mundo incluso, desgarrada por dentro y por fuera, me movía como una doliente sonàmbula sobre cristales rotos.

Y encontré a una persona. Fue una sacudida energética impresionante y me ayudó a salir de la ceguera espiritual autoimpuesta. Se aplicó a ello con todos los medios y conocimientos de los que disponía, y casi sin darnos cuenta nos fuimos acercando, haciendo nacer algo parecido a una amistad.

Quizás fue un error, quien pretende curar el alma y su paciente tal vez nunca deberían ligar sus destinos fuera del ámbito de la consulta. O puede que fuera una consecuencia lógica de todo lo que nos estaba ocurriendo y una lección de vida, simplemente.

En todo caso tuve a esa persona en una especie de pedestal, admirada por su sabiduría y su fuerza, aunque siempre sentí un poso de resentimiento, un resto de tristeza porque algo, cada día más, me hacía sentirme eternamente equivocada, frente a alguien que era presuntamente incapaz de error alguno, un regusto amargo a frustrada pequeñez ante alguien que parecía incapaz de mostrar (sentir?) piedad.

Ahí estuvo el fallo principal.

Siempre dije que hacía muy bien su trabajo, algunos amigos me lo rebatieron. Ahora veo que todos teníamos razón. Tenía las herramientas, muchas, tenía un don innato y probablemente, cómo aún le dije hace poco, la misión de ayudar al prójimo por encima de cualquier otra cosa. Pero eso no puede desarrollarse con éxito cuando uno se debate a cada minuto con su angustia y para reafirmarse necesita estar señalando constantemente, incluso en público, los errores y miserias que le confían en consulta, con un deje de prepotencia, con un toque de “yo ya he recorrido todo el camino” que es la antítesis de lo que debería transmitir un verdadero guía espiritual. El tiempo fue revelando las mentiras con las que entretejía su devenir, mentiras absurdas a veces, pero que podían herir, mentiras para proteger una imagen de estar de vuelta de todo que no le hacía otra cosa que daño.

Lo estuve viendo claro estos últimos meses, cuando nuestra relación había dejado de ser “clínica” para convertirse en solamente humana desde hacía mucho.

Y en una noche de alcohol y rabia le dije lo que pensaba, junté los pedazos de sentimientos que durante mucho tiempo sólo me había atrevido a dar en pequeñas dosis, siempre después de ser preguntada, e invariablemente con un cierto miedo, una cierta sensación de inferioridad, que no me abandonó casi hasta el final. Esa noche lo junté todo y lo vomité de mala manera. No me siento orgullosa de ello, debía haberlo hecho de otro modo, pero sólo de eso fui capaz. Luego sobrevino un último chisporroteo de rabia, las cenizas de una pena sincera, y luego la nada. No hay rencor, más bien un poco de tristeza, o decepción, al ver que mi ídolo tenía los pies de barro, al percibir con claridad por qué su tarea nunca le funcionaba bien con la gente, sino que más bien le producía infelicidad y disgustos constantes.

Espero que mi antiguo ídolo ahora caído sepa verlo y tenga el valor de desandar lo andado para volver a empezar. ¿Lo espero? En parte si, pero la caída sólo me ha dejado un vacío silencioso al que con esta última reflexión escrita pongo punto y final.

Mudanza

Mudanza

El blog no se mueve de sitio esta vez, la que me mudo soy yo, de casa.

Ahora que acababa de volver resulta que voy a estar unos días sin Internet.

Pero vamos que volveré a volver :D.

¿De vuelta? Supongo que nunca me fui del todo

¿De vuelta? Supongo que nunca me fui del todo

No escribo en ninguno de mis blogs desde mi operación (sírvanse intercalar aquí el sonido de un suspiro). De hecho he estado a punto de escribir sólo para anunciar que los cerraba, pero no será así, al menos no de momento.

Entenderé que no me leáis tanto como antes, yo tampoco leo ni comento, estoy con la cabeza (y el alma) en otra parte, y el problema es que no se cuál es ese lugar.

No se donde estoy, ni donde debería estar. Tengo los nervios de punta y juraría que una depresión  de lo peorcito, pero no quiero cerrar. He descubierto que necesito este rinconcito, y que aunque a veces mi estado de ánimo es tan negativo que incluso se me quitan las ganas de venir aquí, en ocasiones, necesito hacerlo, y si lo cierro ya no podré, sería como cerrarme una ventana propia, y no lo deseo.

He de reconocer que cuando empecé a escribir en blogs, la literata en ciernes que llevo dentro necesitaba un lugar donde dar rienda suelta a su creatividad, y para colmo, ser leída. Las cosas cambian, con el tiempo, y muy a menudo el blog se ha convertido sobre todo en el diario de a bordo de mis idas y venidas emocionales. Bueno, supongo que hay que aceptar las cosas como vienen, y vivir la vida en lugar de pelear con ella.

Estoy aquí ahora mismo, porque por enésima vez intento justamente eso, vivir con, y no en contra de.

Me cabrea no haber conseguido terminar el libro que empecé a escribir aquí, me fastidia sobremanera que el blog me acabe diciendo a gritos que esta herramienta tampoco me sirve para dejar de ser una inconstante. Me cabrea ser inconstante, pero o no me cabrea lo suficiente, o realmente la constancia me produce algún tipo de alergia espiritual que escapa a mi conocimiento. No debería, porque yo misma se que sin constancia pocas cosas se terminan (da igual si con éxito o no, se terminan, simplemente) y eso crea una insatisfacción permanente y dolorosa en el ser humano. Quizás sea eso, quizás en un recóndito lugar de mis entrañas vive agazapado un miedo cerval a que las cosas terminen, y es por eso por lo que las dejo todas suspendidas en el aire, bailando ahí, como marionetas inútiles y tristes que me echan en cara haberlas abandonado.

¿Quizás por eso no cierro el blog, por no acabar? Dudo que en este caso tenga nada que ver. En todo caso, y sin que sirva de precedente, lo que si voy a cerrar es Luna, S.A.

Me propongo, ahora que tengo contratado un servidor de pago, hacer allí otro blog, o varios, yo que sé, cuando encuentre tiempo, ánimo y motivación suficientes para dedicarme a esto. Entretanto aquí estoy, con la energía bajo mínimos, pero aquí, porque constante no seré pero de ahí a dejarme abatir por la vida va un trecho, un enorme trecho que se llama orgullo con mayúsculas, un enorme trecho que se llama instinto de supervivencia subrayado y en negrita.

Ahora tampoco se como terminar el artículo :D.

Algún día tendré que aprender a cerrar ciclos, digo yo.

 

 

Dolor

Dolor

Dolor. Miedo. Shock. Nervios a flor de piel, noche envuelta en blanco y angustia. Ausencia. Jamás me habían puesto anestesia total. Se me antoja algo muy parecido a morirse, morirse sólo un rato, para encontrarte después con amables caras luciendo gorritos verdes que te dicen: “Ya estás!”, que te ponen oxígeno, que te tapan con gruesas toallas también verdes (me moría literalmente de frío). Nàusea, y cuando has sido consciente una a una de todas esas vertiginosas sensaciones, y una anestesista cariñosa te pellizca la nariz, el dolor. Y a medida que pasan las horas, la consciencia de tí misma. De tu capacidad para aguantar, de tu valentía, de tu presencia de ánimo, de tu cuerpo, enorme, que resulta más que nunca una molestia, y al que no te atreves a odiar, escuchando el eco de un vago sentimiento de culpa que te avisa de que ya le odiaste bastante antes, y por eso estas hoy aquí, y así. Consciencia de tu cobardía, de tu miedo, de la escasa capacidad para dominar tu dolor físico y para contener tus emociones y evitar que se conviertan en tus enemigas. Consciente del amor, cada minuto, reconfortante en medio del desasosiego. Temerosa de no saber corresponder, temerosa de la pérdida sufrida, tensa de pánico por sufrir cualquier otra pérdida, ahora, o en un futuro. Imersa en semejante caldo de falta de autoconfianza y temores varios, oigo su voz que sin cesar me recuerda “has de creer, has de creer en ti, no tengas miedo”. Pero me rebelo. Parece que hace mucho tiempo perdí esa capacidad de creer en mi y la sola posibilidad de recuperarla es otro eslabón de miedo al fracaso en mi cadena de inseguridades. No me abandono. Medito, respiro hondo, no me separo de mis piedras (y me acuerdo de Mon cada vez que las miro y las toco, Mon cómo me están ayudando las piedras, nunca creí...). Intento convencerme de que puedo, intento serenarme para aguantar un tirón de dolor mejor que un movimiento lento que me desgarra las entrañas. Intento, intento. Y a menudo me rompo, en mil pedazos, con estruendo. El corazón y la cabeza, el alma misma en el centro de este volcán completamente incontrolado, trabajan como no lo hicieron nunca antes de ahora. Me repito a mi misma que cada minuto de esta prueba es una lección de vida, y que tengo que sorber hasta la última gota, que no puedo permitirme dejar resbalar fuera de mí las preciosas savias que los momentos y las situaciones rezuman sobre los labios de mi reconocimiento. Perdonarme a mi misma quizás no estaría de más. Y entender que para volver a empezar no basta con poner parches, si no que hay que hacer borrón y cuenta nueva. Y que la oportunidad de oro, duele. Bueno, la vida no da nada gratis, qué esperabas, boba?